ONU confía en el poder de las comunidades para acabar con el Onusida
Información IPS Venezuela
El sida puede dejar de ser una amenaza para la salud pública antes de 2030, pero solo si las comunidades de primera línea reciben el apoyo necesario de los gobiernos y los donantes, plantea el nuevo informe del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (Onusida).
El informe de Onusida, “Que lideren las comunidades”, difundido en el Día Mundial de la Lucha contra el Sida, este viernes 1, está dedicado a las comunidades “que han dejado una huella indeleble en el mundo con su activismo”, elogió el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Se reconoce así a las comunidades en la primera línea de la enfermedad, desde la lucha contra el estigma y la discriminación hasta la promoción del acceso a servicios.
El informe sostiene que la defensa hecha por las comunidades que encaran el flagelo, desde las calles hasta los tribunales y los parlamentos, ha garantizado cambios revolucionarios en políticas de salud.
Esas campañas -recuerda el texto- ayudaron a abrir el acceso a los medicamentos genéricos para el VIH (virus de inmunodeficiencia humana), lo que condujo a reducir el costo del tratamiento antirretroviral, de 25 000 dólares por persona y año en 1995, a menos de 70 dólares hoy en día en muchos de los países más afectados.
Otros resultados de sus luchas y años de promoción son pruebas de carga viral accesibles, o una pastilla que se toma una vez al día para el tratamiento del VIH.
“Con demasiada frecuencia, los responsables de la toma de decisiones tratan a las comunidades como problemas que deben gestionarse, en lugar de ser reconocidas y apoyadas como líderes. Las comunidades no estorban, iluminan el camino hacia el fin del sida”: Winnie Byanyima.
Al luchar por herramientas como esas, las comunidades de activistas “permitieron que 30 millones de personas tuvieran acceso a la terapia antirretroviral y ayudaron a evitar un número incalculable de infecciones”, observó Tedros.
Entre muchos ejemplos, el informe reseña que en Namibia, un proyecto del Grupo de Capacitación de la Juventud utiliza bicicletas eléctricas para proporcionar medicamentos contra el VIH, alimentos y apoyo a los jóvenes para comprobar que siguen las normas necesarias si no pueden asistir a las clínicas.
En China, las organizaciones comunitarias desarrollaron aplicaciones para teléfonos inteligentes que facilitan el autodiagnóstico, lo que contribuyó a que el aumento de las pruebas del VIH fuese casi cuatro veces mayor en todo el país entre 2009 y 2020.
En Sudáfrica, cinco redes comunitarias inspeccionaron 400 centros en 29 distritos y realizaron más de 33 000 entrevistas con personas que viven con el VIH. Los resultados llevaron a los funcionarios de salud a implementar protocolos más ágiles para citas en las clínicas y para dispensar medicamentos antirretrovirales.
La respuesta al VIH fortaleció los sistemas de salud y aumentó el acceso a servicios más allá de las pruebas y el tratamiento del virus, lo que permitió, por ejemplo, una respuesta rápida a otras enfermedades, incluida la covid-19, según la OMS.
Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Onusida, dijo que “las comunidades de todo el mundo han demostrado que están preparadas y dispuestas y que son capaces de liderar la ruta a seguir. Pero necesitan eliminar las barreras que obstaculizan su trabajo y disponer de los recursos adecuados para poder ampliar su contribución”.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible recogidos por las Naciones Unidas contemplan, en el ODS3, Salud y Bienestar, la meta 3.3: “Para 2030, poner fin a las epidemias del sida, la tuberculosis, la malaria, las enfermedades tropicales desatendidas, y combatir la hepatitis y las enfermedades transmitidas por el agua”.
Sin embargo, a pesar de los importantes avances, el VIH/sida sigue siendo un problema de salud pública apremiante, afirman las agencias de la ONU.
En el mundo, de los 39 millones de personas que al cierre de 2022 vivían con VIH (53 % mujeres y niñas), 29,8 millones accedían a terapia antirretroviral, pero 9,2 millones no tenían acceso al tratamiento.
Los nuevos infectados sumaron 1,3 millones ese año, y unas 630 000 personas murieron de enfermedades relacionadas con el sida. De los 85,6 millones de personas que se han infectado a la largo de cuatro décadas, 40,4 millones han muerto por enfermedades relacionadas desde el inicio de la epidemia.
El informe argumenta que la financiación, la criminalización y las limitaciones que afectan el papel de los defensores comunitarios impactan el progreso que han logrado, y retrasan los esfuerzos para poner fin al sida.
Muchas comunidades -incluidos hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, personas transgénero, trabajadores sexuales, personas que consumen drogas y adolescentes– todavía carecen de acceso a servicios críticos de prevención, tratamiento y atención, apunta el estudio.
Considera esencial el trabajo comunitario y la financiación continua para llegar a las personas afectadas y alcanzar la meta resumida en la fórmula 95-95-95.
Se trata de garantizar que 95 % de las personas que viven con el VIH conozcan su estado, 95 % de las diagnosticadas reciban tratamiento antirretroviral, y que 95 % de quienes reciben tratamiento tengan su carga viral suprimida.
Byanyima dijo a modo de resumen que “con demasiada frecuencia, los responsables de la toma de decisiones tratan a las comunidades como problemas que deben gestionarse, en lugar de ser reconocidas y apoyadas como líderes. Las comunidades no estorban, iluminan el camino hacia el fin del sida”.