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Volver a la naturaleza para evitar el colapso hídrico en Santiago de Chile

Información IPS Venezuela

Volver a la naturaleza es la principal solución que impulsan comunidades y municipios para evitar el colapso hídrico que amenaza con dejar sin agua a Santiago, la capital de Chile, donde vive más de 40% de los 19,5 millones de habitantes de este país sudamericano.

El suministro de la ciudad y su Región Metropolitana depende del río Maipo, cuyas aguas corren por unos 250 kilómetros desde la cordillera de Los Andes hasta el océano Pacífico, frente al puerto de San Antonio, a unos 130 kilómetros al norte de Santiago.

En la misma cordillera, Maipo recibe como afluentes los ríos Volcán, Yeso y Colorado. El Maipo ocupa el noveno lugar entre los 18 ríos con mayor estrés hídrico del mundo y es el único sudamericano en esa clasificación.

“Se debe avanzar desde soluciones más verdes o basadas en la naturaleza. En la conservación, restauración y protección de ecosistemas involucrados en el ciclo hídrico.  De humedales, bofedales, bosques de cabecera de cuencas, árboles nativos. Esto genera un mayor impacto en cuanto al abastecimiento de agua, en un menor tiempo y con un menor costo”: Gerardo Díaz.

Chile vive una sequía sin precedentes que se prolonga desde hace 15 años, originada por el cambio climático y otros fenómenos como El Niño y La Niña.

Este 2023 hubo mayores lluvias. Incluso un aluvión sobre el Maipo provocó turbiedad en las aguas y todas las comunas metropolitanas estuvieron amenazadas con el cese total del suministro durante tres días. Pero las autoridades advierten que la sequía no ha terminado y preparan planes de contingencia para hacer frente al incremento de sus efectos ahora que se acerca el verano austral.

De los pozos de aguas subterráneas medidos en Santiago y la Región Metropolitana, 72 % presentan un descenso significativo pues la extracción supera la capacidad de recarga natural.

En la cuenca, la actual brecha hídrica –la diferencia entre la oferta de agua disponible y la demanda- es de  63,5 metros cúbicos por segundo. Pero el 2050 el agua que faltará serán 92,1 metros cúbicos por segundo, ello sin aumentar la demanda.

Este estrés hídrico es provocado por las altas temperaturas del verano austral y las lluvias escasas y concentradas en un corto período del invierno que se arrastran desde el inicio de la actual sequía, en el año 2008.

Según Escenarios Hídricos 2030, una iniciativa de innovación impulsada por la Fundación Chile, en un trabajo colaborativo con distintos actores,  la eficiencia hídrica contribuiría con 73 % de agua dentro del conjunto de soluciones para esta cuenca, mientras que la conservación y protección de sus ecosistemas aportaría 18 %.

Por su parte, la incorporación de nuevas fuentes de agua colaboraría en 9 % a la solución, pero requiere una inversión excesivamente alta, indica el estudio encabezado por la Fundación, una organización público-privada dedicada a impulsar el desarrollo sostenible.

Estos mismos estudios indican que en la cuenca existe 35 % más de derechos de aguas subterráneas otorgados que la capacidad de recarga natural del acuífero.  Esa sobreexplotación repercute en la disponibilidad de aguas subterráneas en el presente y en el futuro.

Gerardo Díaz, gerente de sustentabilidad de Fundación Chile, dijo a IPS que no se descarta ninguna solución, pero “estamos enfocándonos en volver la mirada a cómo la naturaleza y potenciar los sistemas hídricos naturales puede ayudarnos a resolver la crisis en que nos encontramos”.

IPS visitó varias localidades de la Región Metropolitana, que junto con Santiago aglutina 52 municipios, para observar algunas soluciones basadas en la naturaleza y la mejoría hídrica que aportan.

Técnica Miyawaki en municipio rural María Pinto

En el municipio rural de María Pinto, con 14 000 habitantes y a 40 kilómetros del centro de Santiago, se implementó con éxito por vez primera en Chile una técnica creada por el botánico japonés Akira Miyawaki, que acelera hasta 10 veces el crecimiento de bosques nativos. En un suelo preparado con nutrientes se plantan árboles en baja densidad.

Se trata de un método de restauración ecológica a partir de la vegetación natural potencial de un espacio determinado, reproduciendo de manera acelerada el paisaje que existiría allí si no hubiese habido presencia humana y convirtiéndolo en un refugio de biodiversidad nativa y sus muy diferentes formas de vida.

“Estamos haciendo una restauración ecológica de ladera cuyo fin es recambiar una plantación de pino radiata que tiene 40 años y que se secó por una peste”, contó a IPS María José Valenzuela, directora de Medio Ambiente del municipio.

La restauración se efectuó en una de las siete hectáreas del Campo Deportivo San Pedro e involucró a numerosos voluntarios del Liceo Polivalente, un centro municipal de educación media, autodenominados Forjadores Ambientales.

Cuando hay bosques, se generan condiciones para una mayor infiltración de agua  para los árboles que son, además, atrapadores de nieblas. Y ayudan a que el agua lluvia no escurra rápido y se infiltre.

“El calentamiento global se está manifestando con mayor neblina y eso es algo que se percibe”, explicó Valenzuela.

Campo San Pedro apunta también a un problema con las laderas de los cerros en el centro de este alargado país, derivado de la explotación de monocultivos.

Este predio Miyawaki tiene hoy 3500 árboles de 10 especies nativas en 500 metros cuadrados.

Funciona como un laboratorio de bosque esclerófilo, típico de Chile, donde la técnica Miyawaki brinda un ejemplo de recuperación de los bosques que quedan en la zona central chilena. Este bosque es una formación vegetal que se caracteriza por especies con hojas perennes y duras que les permiten resistir sequías.

“Muchos predios con monocultivos después que explotan los pozos dejan cerros convertidos en desiertos, con tierra infértil debido a tanto agroquímico y a las veces que se aró y no se cubrió”, explicó Valenzuela, ingeniera civil con especialidad en sustentabilidad y ecología social.

Alude al reiterado abandono de laderas de cerros en la zona central de Chile que son dedicadas a monocultivos (principalmente aguacates y frutales) y luego son abandonados, cuando se convierten en eriales por la falta de agua.

En Chile más de 60 % del consumo de agua está absorbido por la agricultura, en un país con un dinámico sector agroexportador que creció con pocos controles.

Y como en la mayoría de las zonas rurales chilenas, este municipio está lleno de loteos, como se llaman localmente a las divisiones de predios sin servicios de infraestructura ni planos reguladores. A ello se suma la venta de derechos de agua y el uso excesivo de este recurso construyendo pozos irregulares para llenar piscinas o mantener  césped.

En este país el agua está mayormente privatizada luego que durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) se separaron los derechos de agua de la tenencia de la tierra.  Ello provocó que los derechos de agua se transaran en el mercado como una mercancía, restringiendo el acceso público al recurso.

Recuperación ecológica en Curacaví

En el municipio rural de Curacaví, a 53 kilómetros del centro de Santiago y con 33 000 habitantes, la comunidad se movilizó en 2018 para recuperar 14 hectáreas de un cerro convertido en un basural a cielo abierto.

Alarmados por un incendio, en enero de ese año los vecinos retiraron 50 toneladas de basura y se organizaron en el Parque San Mateo para reforestar y plantar, hasta hoy, 5000 árboles nativos.

Fabian Guerrero, director general del Parque, dijo a IPS que la municipalidad les provee semanalmente 40 000 litros de agua. También apoya con máquinas para remover el suelo, ponerle guano y materia orgánica para preparar un bosque Miyawaki con especies nativas plantadas con alta densidad y en poco espacio.

“Tenemos técnicas de riego por goteo y por aspersión para usar eficientemente el agua. En el Parque hay huertas orgánicas, composteras, senderos y visitas guiadas para estudiantes y familias a quienes enseñamos cómo y qué árboles plantar, en qué ubicación, cuál da más sombra o soporta más el sol”, relató a IPS.

La comunidad ganó siete proyectos para reforestar y su sueño son otras dos iniciativas: tener agua propia, con un tranque o un estanque, y crear un vivero con todo tipo de árboles, plantas medicinales, hortalizas y flores.

“Apuntamos a un pulmón verde para que la gente vea este lugar como un espacio de esparcimiento familiar, conectado con la naturaleza, un espacio para venir a reflexionar y a conocer los árboles. Apuntamos a la educación y a que la gente aprenda a cuidar los árboles”, aseveró Guerrero, un programador de computadores que se autodefine como “agricultor orgánico de pasión y amante de la naturaleza”.

A las huertas orgánicas los vecinos pueden ir a cultivar y cosechar porque el concepto es que sean comunitarias. Y pueden, además, apadrinar árboles.

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