Uruguay, en aguas turbias para evitar otra crisis hídrica
Información IPS Venezuela
La lluvia ha llegado por fin al área metropolitana de Montevideo, la capital de Uruguay, poniendo fin a una crisis del agua que entre mayo y agosto dejó a más de 1,6 millones de personas sin agua corriente apta para el consumo.
Tres años de precipitaciones excepcionalmente escasas han dejado al descubierto una vulnerabilidad clave en Uruguay, donde 60 % de los 3,5 millones de habitantes del país se abastece del embalse meridional de Paso Severino. Cuando el embalse se secó, el gobierno recurrió al agua del río de la Plata, el estuario que divide Uruguay y Argentina en el que las aguas dulces de los ríos Paraná y Uruguay se encuentran con el agua salada del Océano Atlántico.
Para evitar crisis similares, el gobierno planea ahora construir una planta de tratamiento de agua en el Río de la Plata, así como un pólder, una zona recuperada rodeada de diques en la que el agua puede drenarse y controlarse o, en el caso de Uruguay, almacenarse como un pequeño embalse para cuando la disponibilidad sea baja.
La planta, denominada proyecto Neptuno, proporcionaría a Montevideo y sus alrededores hasta 229 000 metros cúbicos de agua potable al día, aproximadamente un tercio de su demanda. Actualmente, esta zona sólo se abastece de la cuenca del río Santa Lucía, que alimenta el Paso Severino.
El proyecto
Propuesto por primera vez en 2021, Neptuno avanzó en agosto de este año cuando el gobierno adjudicó el contrato a un consorcio llamado Aguas de Montevideo, integrado por la empresa brasileña Fast Industry and Commerce, junto con las uruguayas Ciemsa, Berkes y Saceem.
Neptuno pretende utilizar una tubería que tomará el agua de zonas más profundas del río de la Plata, a unos 1500 metros de la orilla de Arazatí. Se trata de instalaciones similares a las ya existentes en Buenos Aires y la ciudad de Colonia, aunque éstas se encuentran en tramos del río donde el agua dulce es más abundante.
Desde Arazatí, el agua pasará por tres estaciones de bombeo y una planta de tratamiento para reducir su salinidad, y se almacenará en un pólder de 15 millones de metros cúbicos.
A principios de octubre, más de 100 personas saludaron la llegada de la primavera en Arazatí instalando un campamento de protesta en la playa, justo donde se construirá la primera de las tres estaciones de bombeo del proyecto Neptuno. La playa, un manto blanco de arena fina, ofrece aguas turbias pero tranquilas, hermosas puestas de sol y casi ninguna señal telefónica.
Diálogo Chino visitó Arazatí en el marco de la celebración anual en Uruguay del Día del Patrimonio, durante el cual se abren al público edificios históricos e importantes. Mientras que a 70 km al oeste, en Montevideo, miles de personas salieron a explorar y celebrar, en Arazatí, los activistas hablaron de defender el otro “patrimonio” del país: sus tierras y sus aguas.
Una de esas activistas es Sofía González Mansilla, de 29 años, que visita Arazatí desde que era niña. Mansilla es miembro de Tucu Tucu, una oenegé que empezó a defender las playas de Arazatí en 2020, cuando se opuso a la privatización de un bosque local por parte de la industria forestal.
Las zonas en disputa habían dado acceso históricamente a una playa a la orilla del río. “Era mucho más lindo antes”, dice Mansilla. “podíamos llegar al médano y bajar a la playa por la bajadita que había hecho Sánchez, uno de los pescadores”, añade.
La proliferación de algas plantea interrogantes
Eduardo Sánchez es uno de los 20 pescadores que viven en Arazatí. Estos días, su trabajo está dictado por “la baba”, su nombre para las algas verdosas del agua de aquí: “Cuando era niño, la baba no era tan fuerte como ahora… La dejas secar y huele a productos químicos”. En verano aparece en la superficie, pero en invierno se hunde y se pega a las redes de pesca.
Las cianobacterias, también conocidas como algas verdeazuladas, se han convertido en el centro de los casos de contaminación en Uruguay. Han aparecido a lo largo de la costa del país en problemáticas floraciones, generadas por el exceso de nitrógeno de las tierras de cultivo que se filtra a los cursos de agua.
Entre 2016 y 2021, un estudio de imágenes satelitales realizado por la Universidad de la República de Montevideo concluyó que una porción significativa de la costa occidental de Uruguay -donde se encuentra Arazatí- había desarrollado una concentración permanente de cianobacterias.