Mundo Diplomático

Reforma de sociedad civil gana urgencia a medida que EEUU abandona instituciones de la ONU

Andrew Firmin, redactor jefe de CIVICUS, la alianza internacional de la sociedad civil.

Las múltiples crisis actuales, entre ellas los conflictos, el colapso climático y la regresión democrática, están desbordando las capacidades de las instituciones internacionales diseñadas para abordar problemas que los Estados no pueden o no quieren resolver. Ahora, la retirada de Estados Unidos de los organismos mundiales amenaza con agravar la crisis de la cooperación internacional.

La segunda administración  de Donald Trump anunció rápidamente su retirada del Acuerdo de París y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), puso fin a su cooperación con el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, abandonó las negociaciones sobre un tratado fiscal mundial e impuso sanciones a los funcionarios de la Corte Penal Internacional.

Aunque Estados Unidos ha sido a veces una fuerza obstructiva, incluso bloqueando repetidamente las resoluciones del Consejo de Seguridad sobre Israel, las instituciones mundiales pierden legitimidad cuando los Estados poderosos optan por no participar.

Todos los Estados son formalmente iguales en la ONU, pero la realidad es que las decisiones de Estados Unidos de participar o abandonar importan más que la mayoría porque es una superpotencia cuyas acciones tienen implicaciones globales.

También es el mayor financiador de las instituciones de la ONU, aunque tiene un historial deficiente en el pago puntual.

Tal como están las cosas, la retirada de Estados Unidos de la OMS entrará en vigor en enero de 2026, aunque la decisión podría enfrentarse a un desafío legal y Trump podría rescindir su decisión si la OMS realiza cambios a su gusto, ya que la negociación impulsada por amenazas y la política de riesgo es su forma de hacer negocios.

Pero si se produce la retirada efectiva, la OMS se verá muy afectada. El gobierno de Estados Unidos es el mayor contribuyente de la OMS, proporcionando alrededor de 18 % de su financiamiento.

Esa es una gran brecha que hay que cubrir, y es probable que la organización tenga que recortar su trabajo. El progreso hacia un tratado mundial sobre pandemias, en negociación desde 2021, puede verse obstaculizado.

Es posible que las fuentes filantrópicas aumenten su apoyo y que otros estados ayuden a cubrir el déficit. El desafío surge si los estados autoritarios se aprovechan de la situación aumentando sus contribuciones y esperan una mayor influencia a cambio. China, por ejemplo, puede estar dispuesta a hacerlo.

Eso es lo que sucedió cuando la primera administración Trump se retiró de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

China llenó el vacío aumentando sus contribuciones hasta convertirse en el mayor financiador anual de la Unesco. Presumiblemente no por casualidad, un funcionario chino se convirtió en su director adjunto, mientras que China pudo bloquear los intentos de adhesión de Taiwán.

Fue por preocupación por esta creciente influencia que la administración de Joe Biden volvió a incorporar a Estados Unidos a la Unesco en 2023. Una decisión que podría revertirse ahora, ya que Trump ha afirmado que la Unesco está sesgada contra Estados Unidos y ha ordenado una revisión.

El Consejo de Derechos Humanos puede verse menos afectado de forma inmediata porque Estados Unidos no es actualmente miembro, ya que su mandato finalizó a finales de 2024.

Se reincorporó en 2021 después de que Trump se retirara en 2018, y ya había tomado la inusual decisión de no buscar un segundo mandato, probablemente porque esto habría provocado una reacción violenta por su apoyo a Israel.

Sin embargo, aparte de su relación con Israel, durante su mandato bajo la administración Biden se reconoció en gran medida que Estados Unidos desempeñaba un papel positivo en los asuntos del Consejo. Si se niega a cooperar, priva a los ciudadanos estadounidenses de una vía vital de reparación.

Las acciones de Estados Unidos también pueden inspirar a otros estados con líderes extremistas a seguir su ejemplo.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

El presidente de Argentina, Javier Milei, un gran admirador de Trump, lo ha imitado al anunciar la salida de su país de la OMS. Los líderes políticos de Hungría e Italia han debatido la posibilidad de hacer lo mismo. Israel siguió a Estados Unidos al declarar que no participaría en el Consejo de Derechos Humanos.

Por sus propios motivos, en febrero, la Nicaragua autoritaria también anunció su retirada del Consejo tras un informe crítico con su pésimo historial de derechos humanos.

Se podría argumentar que instituciones como el Consejo de Derechos Humanos y la Unesco, que han sobrevivido a una retirada de Trump, pueden soportar una segunda.

Pero estas conmociones llegan en un momento diferente, cuando el sistema de la ONU ya está más frágil y dañado.

Ahora la idea misma del multilateralismo y un orden internacional basado en normas está siendo atacada, con el aumento de la política transaccional y los cálculos de poder nacional implacables.

Los acuerdos secretos resultantes de los juegos de poder están reemplazando los procesos con un grado de transparencia destinado a lograr el consenso. El espacio para la participación de la sociedad civil y las oportunidades de influencia corren el riesgo de reducirse en consecuencia.

Se necesita una reforma real

Revitalizar la ONU puede parecer una tarea difícil cuando está siendo atacada, pero como se describe en el Informe sobre el estado de la sociedad civil 2025 de Civicus, la sociedad civil tiene ideas sobre cómo salvar la ONU poniendo a las personas en el centro.

La iniciativa UNMute Civil Society, respaldada por más de 300 organizaciones y numerosos Estados, hace cinco llamamientos para mejorar la participación de la sociedad civil.

Ellas son: utilizar las tecnologías digitales para ampliar la participación, reducir la brecha digital centrándose en la conectividad para los más excluidos, cambiar los procedimientos y prácticas para garantizar una participación efectiva y significativa, crear un día anual de acción de la sociedad civil como oportunidad para evaluar el progreso en la participación de la sociedad civil y nombrar un enviado de la sociedad civil de la ONU.

Cada una de estas ideas es práctica y podría abrir espacio para mayores reformas. Un enviado de la sociedad civil de la ONU podría, por ejemplo, promover las mejores prácticas en la participación de la sociedad civil en toda la ONU y garantizar que una amplia gama de la sociedad civil participe en el trabajo de la ONU.

La sociedad civil también está pidiendo elecciones competitivas para el Consejo de Derechos Humanos, con un papel de la sociedad civil en el escrutinio de los candidatos, y límites a los poderes de veto del Consejo de Seguridad.

Y a medida que se acerca el momento de elegir un nuevo secretario general de la ONU, la sociedad civil está movilizando la campaña uno por 8000 millones, presionando para que el proceso de selección sea abierto, transparente, inclusivo y basado en el mérito.

El cargo siempre ha estado ocupado por un hombre, y se pide a la ONU que haga historia nombrando a una mujer y lideresa feminista.

Todas estas medidas supondrían pequeños pasos para hacer que el sistema de la ONU sea más abierto, democrático y responsable. No hay nada imposible o inimaginable en estas ideas, y los tiempos de crisis crean oportunidades para experimentar.

Los Estados que quieran revertir la marea de ataques a la cooperación internacional y revitalizar la ONU deberían trabajar con la sociedad civil para llevarlas adelante.

Andrew Firmin es redactor jefe de Civicus, codirector y redactor de Civicus Lens y coautor del Informe sobre el Estado de la Sociedad Civil de la organización.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *