OTHER NEWS: En recuerdo de Mario Dujisin
Ricardo Grassi y Aram Aharonian (Cortesía de IPS Venezuela)
Adiós al Vigía del Atlántico
Por Ricardo Grassi
Roma, 2 de agosto de 2024.
Un día, hace mucho, él decidió llamarme Chacal –no importa por qué- y yo adopté su propio seudónimo desde la primera vez que firmó un correo como O Vigia do Atlântico. Así seguimos, hasta hace poco, “Querido Chacal…”, él; “Vigía del Atlántico querido…”, yo.
Me gustaba imaginarlo sentado frente a la orilla portuguesa del inmenso océano, oteando y ponderando el caminar del mundo desde el país que decidió adoptar. Vigilante. Protegiéndome. Él tenía eso; con humor y sarcasmo incesante al principio y al final, en el medio encaraba con meticulosidad todo aquello que le parecía coherente con cambiar el mundo. Fue haciéndose maestro de solidaridad, compañerismo, amistad. Y constancia. Me consta. Comprometerse con la vida era con él una gran fiesta. Chispeante. Pirotécnica. Seria, como debe ser.
¿Y ahora? Se terminó la fiesta. El gran vigía Mario Dujisín saludó y se fue. Imagino que con la elegancia e inteligencia de siempre. Tranquilo sabiendo que con su mujer fueron impecables en la educación de sus dos hijos y una hija. Aunque a él la fiesta de la vida empezó a hacérsele dura tiempo atrás, cuando la peor de las hepatitis lo atacó en Cabo Verde.
“El colonialismo le dio a Portugal una gran experiencia en enfermedades tropicales y cacharon al vuelo de qué se trataba”, me dijo usando palabras y cadencia chilenos que conservaba. “Si hubiese vivido aún en Italia, creo que me habría muerto mientras buscaban el diagnóstico”. Y enseguida, el humor mutuo: ambos éramos disciplinados practicantes de la homeopatía y él había ido en misión periodística a la tierra de Cesária Évora munido solo de glóbulos y globulitos. “¿Te das cuenta, Chacal?”, y reímos, caminando en la bella Lisboa, donde me ayudaba con su gran eficacia a construir un sueño de esos que suelen aparecérseme.
Tiempo después, la muerte intentó insistir con uno de esos cánceres del que pocos salen. Pero zafó una vez más, machacado, debilitado, encarando terapias regulares. Siguió y sin dejar de conducir Other News, un servicio ideado por el legendario Roberto Savio, fundador en 1964 junto con Pablo Piacentini de esa revolucionaria escuela de pensamiento que fue la agencia internacional de noticias IPS. Other News, voces en contra de la corriente, fue lanzado en 2008 para brindar información sobre temas globales a un grupo de funcionarios públicos internacionales, académicos y activistas sociales. Mario fue su artesano. Ahora, lo reemplazará la mujer que ha estado junto a Mario durante casi toda la vida, Katalin Muharay, Kati, periodista también. “Mario es, fue, uno de mis pocos amigos de verdad”, me dijo Savio cuando terminaba Julio y nos informó “Mario Dujisín acaba de dejarnos solos”,
Mario era eficaz porque emanaba honestidad, transparencia y en su gran inteligencia –o quizás porque la tenía de verdad- no se colaba nada que enturbiase percibirlo como una buena persona. No son tantas las buenas personas. El individualismo imperante, la ausencia de líderes y el abuso de políticos mezquinos genera inseguridad y miedo.
No es que a Mario la vida le haya sido fácil, pero emanaba convicción, seguridad y solidez. Entonces las puertas más difíciles se le abrían, no solo por confiar en su ejercicio riguroso del periodismo sino también por lo que podía opinar y aconsejar. Y hacer, cuando fuera el caso.
Entre muchos otros, así construyó una amistad con el también legendario José Ramos Horta cuando, exiliado, luchaba por la independencia de su país, Timor Oriental, en los pasillos de la sede de la ONU en Nueva York. Allí Mario dirigía la corresponsalía de IPS y puso toda su solidaridad al servicio de Ramos Horta y su causa. Pasado el tiempo y cuando Ramos Horta era el presidente del Timor independiente, Mario me lo presentó para apoyarme en otro de esos sueños, le explicó de qué se trataba y Ramos Horta me abrió hasta las puertas de su casa para embarcarnos en construir la agencia de noticias que el país no tenía y a la que él quiso llamar ETNA, como el volcán italiano, aunque era el acrónimo en inglés de East Timor News Agency. No pudo ser, no siempre los sueños se realizan, pero sin Mario ni siquiera habríamos podido intentarlo y aprender, más y más.
Si hablo de mí es porque es el único modo para hablar de mí Mario, el que conocí, del que he recibido mucho más de lo que creo haberle dado, salvo en compartir carcajadas y en sentir ambos la vida como una gran aventura que adquiere sentido en el compromiso y cuando convertimos nuestros privilegios en un servicio.
Ahora ya no está. Hacía muchos años que no nos veíamos. Hablamos por teléfono hace pocos meses. “Si me vieras, Chacal, estoy hecho una porquería”, me dijo. “Tú sigues chacaleando ¿verdad?” Sigo. Pero ¿y el Vigía? Quisiera creer que ahora su mirada se expandió y pasó a ser O Vigia do Mundo Tudo. ¿Y la certeza de que siempre estaba allí, listo para sumarse a la lucha contra el molino de turno? No hay otro Mario. Cuando alguien así se muere, se nos muere algo dentro. Es a mí que se me muere algo y nace un hueco. No habrá otro Mario porque se requirió recorrer muchos caminos para conocerlo y quererlo, lo cual supone un tiempo que ya no me queda y porque vivimos en una encrucijada de la historia en la que nuestras luchas por un mundo armonioso no cesan, pero… pero no sé, hoy no sé. Sé que sé que el recuerdo de Mario, con el que caminé y pude soñar, me iluminará momentos oscuros y de debilidad. ¡Gracias, compañero del alma!
Un recuerdo de Aram Aharonian
3 de agosto de 2024.
A uno le cuesta reponerse de la tristeza. Poco a poco se van yendo los amigos que, de cerca o a la distancia, lo acompañaron a uno –siempre- durante décadas de periodismo, compartiendo los mismos ideales, las mismas luchas, las mismas alegrías… y también las grandes decepciones y frustraciones.
A Mariolo Dujisin lo conocí cuando éramos jóvenes…o sea, hace muchísimos años, y él había regresado de Europa. Nieto de inmigrantes yugoslavos (croatas del Adriático), estudió en Belgrado, cuando Yugoslavia era un país socialista con el mariscal Tito, adalid del noalineamiento y líder de un experimento político destruido a sangre y fuego por Estados Unidos y la OTAN.
Regresó a Chile desde Yugoslavia para incorporarse en 1971 a la oficina de prensa internacional del gobierno del presidente Salvador Allende. Aportó su experiencia internacional para poder exponer al mundo –y en especial a los centenares de periodistas de todas partes atraídos para presenciar “la vía chilena al socialismo”- y vivió esos tres años en el epicentro del drama: el Palacio presidencial de La Moneda.
Ahí lo conocí. Creo que era 1972. Junto a Augusto “el Perro” Olivares, “el Negro” Carlos Jorquera, Manuel Cabieses, Mario “El Chico” Díaz y algunos otros periodistas. Y no lo volví a ver hasta que llegó al edificio Safico de la avenida Corrientes 456 en Buenos Aires. Pero en el interín, según él, el tano Giagiácomo Foa y yo le habíamos salvado la vida.
Abandonado Montevideo y llegado a Buenos Aires, comencé a trabajar con el corresponsal del Corriere della Sera de Italia y Excelsior de México, Giaggiácomo Foá El 11 de setiembre de 1973, mientras en Montevideo los militares se llevaban presa a mi hermana menor (estuvo 11 años detenida y torturada), Foa, alertado del golpe en Chile, me pidió que viajara urgente hasta la ciudad de Mendoza y desde allí a Santiago de Chile. Junto a un equipo de la televisión belga llegamos hasta Villavicencio, pero a Chile no. Ni por tierra ni por aire: Tutto chiuso, dijo el Tano.
Mientras, Giangiácomo hablaba con los amigos chilenos, casi todos ellos asilados en la embajada mexicana en Santiago: amigos uruguayos, argentinos, pero sobre todo chilenos. Consiguió hablar con Mariolo y con El Colorado Guillermo Waksman (periodista uruguayo) y la tarea siguiente era sacarlos de Chile.
Gracias al tesón de Foá y las notas en Corriere y Excelsior (algunas de las cuales firmaba Manuel Mejido), logramos que varios de los asilados llegaran a Buenos Aires –algunos con aires de comandantes-, en general de paso hacia Europa. Mariolo fue confirmado el 12 de setiembre de 1973 como el acreditado corresponsal de Diorama Press, una agencia de prensa italiana, en Chile. Giagiácomo y yo éramos los directores.
Así Mariolo salió de Chile. Por eso siempre me tomaba el pelo, llamándome “querido director de Diorama Press”.