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¿Futuros del agua? Las incertidumbres en territorios indígenas del salar boliviano de Coipasa

Información IPS Venezuela

Vendedoras que madrugan para vender api, una bebida de maíz dulce, en la plaza de la autonomía indígena de Salinas, en el oeste de Bolivia, mujeres que ventean quinoa en las calles, campesinos que caminan sembradíos secos, choferes que recorren las rutas del contrabando entre Chile y este país, y distintas autoridades originarias que conocen la palabra litio.

La han escuchado con fuerza desde hace algunos años y dicen que, si trae trabajo, desean el litio, pero no saben exactamente qué es, para qué sirve, cuándo va a llegar o qué efectos traerá su posible incursión.

A pesar de las promesas y esperanzas que han sido construidas en el país en torno al litio, Salinas es una geografía atravesada por la duda, un territorio al que también pertenece el salar de Coipasa, ubicado en el departamento de Oruro, en el oeste de Bolivia.

De acuerdo con anuncios del gobierno, de las 23 millones de toneladas de litio que calcula poseer Bolivia, 1,8 millones pretenden extraerse de este salar.

Con 3300 kilómetros cuadrados, el salar de Coipasa es el segundo más extenso de Bolivia, después del Tunupa, ubicado en el suroccidental departamento de Potosí. Casi  70 % de su superficie está compuesta por el lago Coipasa, nutrido principalmente por las aguas de los ríos Lauca, Jurco, Kuchuncho y Lacajahuira.

Estos ríos no desembocan en ningún mar en un país enclavado en el centro de Sudamérica y sin costas, y con la intensa radiación solar propia de esta zona, la evaporación de sus aguas es mayor a la cantidad que reciben.

Poca información

En este mundo acuífero que atraviesa la sequedad del altiplano, Lucía Gutiérrez, autoridad de Yaretani, uno de los cuatro ayllus que componen Salinas, relata que sobre las formas y cantidades de uso de las fuentes hídricas para la explotación del litio, aún no se ha dialogado.

El GAIOC-SA está conformado por los ayllus aymaras (forma tradicional de comunidad originaria en la región andina) de Huatari, Cora Cora, Tunupa, Yaretani y el centro poblado de Salinas, ubicado a 261 kilómetros de la ciudad de Oruro, capital del departamento. En 2021 se convirtió en el cuarto autogobierno indígena de Bolivia.

El gobierno y el consorcio chino CBC, compuesto por multinacionales con inversiones y proyectos mineros en todo el mundo, desde el Congo hasta Argentina, firmaron convenios en junio del presente año para invertir y construir una planta industrial en el salar de Coipasa, colindante con el ayllu Huatari, ubicado en Salinas. Sin embargo, aún no existen resultados públicos y oficiales para saber dónde y cómo se construirá el complejo industrial.

Hasta ahora, autoridades locales comentan que no se ha conversado sobre la consulta previa, derecho establecido en la Constitución Política del Estado, vigente desde 2009, y lo que esto implica en términos de demandas y negociaciones con el Estado.

“Seguramente el gobierno tiene una agenda apretada, viene muy poco por Salinas”, menciona el Jiliri Mallku, Zenón Huallani, autoridad máxima originaria, luego de hacer ofrendas antes de comenzar la entrevista en la Chakamana, la Casa Grande de los ayllus.

No es fácil reunir a personas en Salinas debido a la migración o la lejanía. Tampoco es fácil que las autoridades accedan a ser entrevistadas sobre los pormenores del litio, ya sea por el juego de estrategias políticas o la falta de priorización al debate público.

Sin embargo, para Huallani la razón para hablar es clara: él reitera la importancia de ser reconocidos, que Salinas entre al mapa de las prioridades políticas.

Y ¿litio para qué? Según la autoridad, para que las personas vuelvan a su territorio o para quienes continúan viviendo allí, no se vayan. Litio, en sus palabras, es trabajo, aunque sea como mano de obra.

El Jiliri Mallku debe respetar reglas establecidas del chacha warmi, la filosofía aymara de complementariedad. Por eso, él no está solo en la entrevista. Ha conseguido la presencia de Lucía Gutiérrez, quien considera que la desinformación vivida en Salinas es ocasionada por un secretismo presente en el proceso de otorgar datos y tomar decisiones.

“Bajo llave hacen las reuniones  y hay que tratar el tema del agua con mucha delicadeza porque no tenemos en mente cuánta se va a usar”, relata Gutiérrez.

Ella desea que los proyectos sean socializados en el lugar junto a las bases pues, ante todo, quieren ser partícipes.

“No es lo mismo que te lo canten a que tú oigas, mucha gente aquí no sabe lo que es el litio, ¿cómo vamos a salir a demandar y protestar si no sabemos qué es?”, continúa.

Sus palabras coinciden con un estudio realizado por la alemana Fundación Friedrich Ebert Stiftung en Bolivia. Éste menciona que las comunidades de las zonas extractivas, al saber de qué se trata la industria del litio, comienzan a hacer exigencias pues reconocen los impactos de la producción industrial o, en el futuro, cuando los daños se hagan visibles.

Y ¿el porvenir acuífero?

La situación de escasez del agua en el altiplano boliviano es crítica. Andrés Quispe, autoridad de deslinde del ayllu Tunupa, relata que dos vertientes cercanas a su comunidad se han secado hace más de una década.

En planicies rodeadas de montañas en Tíbet, muy parecidas al altiplano, ya han existido operaciones industriales que, en 2016, terminaron con registros de peces muertos debido al uso de químicos de la mina de litio Ganzizhou Rongda.

En los salares de Atacama en Chile, donde se explota desde la década de los años 80, 65 % del agua dulce fue consumida por actividades mineras en el salar, impactando a quienes cultivan y crían animales.

Frente a esto, desde el Centro de Estudios y Pueblos Andinos (Cepa), Karen Rocha y Clemente Paco mencionan la esperada consolidación de un Foro Permanente del Litio, que espera que cuente con la participación de distintos actores de la sociedad civil, académicos, territoriales, políticos, entre otros.

Su principal tarea será monitorear el cumplimiento de las normativas en torno al agua y los derechos a la consulta previa, participación ciudadana y control social en procesos de explotación en el salar de Coipasa.

Uno de los ejes, si es que cuentan con el apoyo de la Universidad Técnica de Oruro (Uto), será iniciar un programa de televisión semanal para conformar un espacio donde se generen debates y propuestas.

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