El sabor agridulce que deja la COP16: victorias e incertidumbres
Información IPS Venezuela
La COP16 en Cali, en Colombia, terminó sin que dos de los principales puntos sobre la mesa pudieran abordarse: el del plan para contar con los recursos necesarios para proteger la biodiversidad y el del mecanismo que medirá el avance de los países para conservar la naturaleza. Sin embargo, en cuanto a participación, se dieron pasos que se consideran “históricos”.
El cierre de la COP16 fue inesperado. La negociación más importante de biodiversidad, que se realizó desde el 21 de octubre en la ciudad colombiana de Cali,, debía terminar con la clausura de una plenaria en la que los países acordaban los caminos, mecanismos y recursos con los que esperaban proteger y revertir la pérdida de naturaleza a 2030.
Así se había pactado hace dos años, en Canadá, con el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, durante la COP15.
Sin embargo, la plenaria, que inició sobre las 22:00 PM del viernes 1, el día pautado para el cierre de la cumbre, se extendió por más de 10 horas sin parar, hasta la mañana del sábado. Y en una agenda llena de textos por analizar y aprobar, se fueron quedando los más complejos y controvertidos para el final.
La ministra de Medio Ambiente de Colombia y presidenta de la COP16, Susana Muhamad, había pedido a los negociadores “mantener el impulso”, el lento avance llevó el encuentro a un límite que casi nadie había considerado: su suspensión con temas clave aún sin abordar.
Esos últimos minutos estuvieron llenos de tensión. Japón pidió la palabra y uno de sus delegados se dirigió a la plenaria mirando la acreditación que le colgaba del cuello. “Aquí dice ‘válido hasta el tres de noviembre’”, dijo. “Aún podemos seguir negociando”, añadió.
Pero no todos podían darse el lujo de aplazar sus boletos aéreos y quedarse unos días más; especialmente los delegados de países pequeños y en vía de desarrollo, como la delegada de Fiji, que era la única representante que quedaba del grupo de los Pequeños Estados Insulares (que están entre los más vulnerables al cambio climático y la pérdida de biodiversidad) en la mañana del sábado 2.
Al ver que el salón se vaciaba, Panamá (que solo estaba representada por su último delegado) solicitó que se verificara el quórum para tomar decisiones. Aunque la ministra Muhamad le pidió aplazar esa verificación hasta aprobar un presupuesto pendiente, él insistió. Su vuelo salía en tres horas, dijo.
Sobre la mesa aún quedaban dos puntos fundamentales, además del presupuesto con el que funcionaría la Secretaría del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) por los próximos años.
Se trataba de la creación de un nuevo fondo específico para la biodiversidad, cobijado por la COP, y la definición de un marco para monitorear el avance de los países para frenar la pérdida de naturaleza.
Eran temas que se consideraban centrales desde el inicio de las negociaciones, pero que, con menos de 50 % de delegaciones en el recinto, no podían ser definidos, por lo que la reunión fue suspendida.
Medir el progreso: uno de los pendientes
La COP16 fue la primera cumbre luego de que los 196 países parte acordaran el Marco Mundial, una especie de plan con metas y objetivos para hacer frente a la pérdida de biodiversidad a 2030.
Para aterrizar ese marco a los contextos nacionales, los países se comprometieron a elaborar sus propias estrategias nacionales de biodiversidad y planes de acción (NBSAP, en inglés) que reflejaran cómo implementarían esos compromisos dentro de sus fronteras.
Los documentos debían ser entregados a la Secretaría del CDB antes del inicio de la COP16. Pero, el 21 de octubre, cuando se inauguró la cumbre, solo 19 países, de los 196 que hacen parte de CDB, los habían entregado.
Colombia presentó los suyos el primer día y, a lo largo de las dos semanas, otros más se sumaron. Al final de la conferencia, muestra el seguimiento realizado por el medio especializado CarbonBrief, solo 44 de los 196 países cumplieronr la tarea.
Sin esos planes es más difícil pasar de los compromisos a la acción (o implementación, como suelen llamarla en estos espacios) y monitorear qué tanto han avanzado los territorios en su cumplimiento.
Por eso, entre las tareas principales para los negociadores en Cali estaba definir los detalles para el proceso de entrega, revisión, monitoreo y evaluación de los compromisos.
Como aseguró Linda Krueger, directora global de biodiversidad de The Nature Conservancy (TNC) y quien estuvo a la cabeza de esta delegación, “el número de países que no han entregado sus hojas de ruta nacionales sobre biodiversidad, también habla de una crisis de capacidad colectiva para formular políticas públicas”.
Sin embargo, añadió, que al menos 119 países hayan presentado algún nivel de objetivos nacionales alineados con el Marco Mundial es una muestra de que, incluso en los tiempos más turbulentos, la pérdida de naturaleza se trata con una seriedad cada vez mayor.
El último día de la negociación, la República Democrática del Congo pidió que todo el texto para reportar y evaluar el monitoreo se pusiera entre corchetes (es decir, que todo lo que se encuentra entre ellos no está acordado).
El motivo era sencillo: para los países en desarrollo —en donde hay gran parte de la biodiversidad del mundo— es difícil cumplir los compromisos sin los recursos necesarios.
De hecho, varios países del Sur global habían señalado que no pudieron entregar sus NBSAP porque no contaban con la financiación para hacerlo. Por eso, la petición de los representantes del Congo fue poner el texto entre corchetes hasta alcanzar un acuerdo sobre la movilización de recursos (el otro punto que quedó sobre la mesa antes de la suspensión).
Como no se alcanzó un consenso sobre los recursos, la implementación del marco de monitoreo tampoco fue discutida en la plenaria.
“Después del trascendental acuerdo del Marco Mundial de Biodiversidad, se suponía que este sería el momento en el que el mundo pasaría del acuerdo a la acción y haría las paces con la naturaleza», insistió Krueger.
Sin embargo, añadió, «a pesar de las negociaciones ininterrumpidas, las Partes no han superado el primer obstáculo para demostrar que tienen la ambición y la voluntad de poner plenamente en práctica los planes”.
Los recursos no alcanzan
Si hay un tema que atraviese todas las discusiones que se desarrollaron durante la COP16, es el financiamiento. El tema más espinoso y con profundas divisiones entre los países desarrollados y los países en desarrollo.
El objetivo de esta COP era alcanzar un plan de acción específico para recaudar 200 000 millones dólares para 2030 (una cuarta parte de lo que se necesita para proteger la biodiversidad, pero que aún está lejos de alcanzarse).
Por solo mencionar uno de los puntos de debate (aunque el más álgido), los países en desarrollo han pedido la creación de un nuevo fondo específico para la biodiversidad, que esté bajo el mandato de la Conferencia de las Partes o COP, y que les permita acceder a recursos directos en los tiempos y con la urgencia necesaria.
Muchos, señalan, no han podido acceder a los recursos del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, en inglés). Sin embargo, los países desarrollados se oponen a la creación de un nuevo fondo.
Una muestra de las diferencias, durante las dos semanas de negociación, fue el documento de 98 páginas que recopilaba las posiciones de los países para abordar el financiamiento durante los próximos cinco años. Allí se reunían más de 1900 puntos de desacuerdo.
Y, durante la plenaria, ninguna de las partes cedió en sus “líneas rojas”. Por eso, tras la suspensión, el debate —uno de los más urgentes si se quieren alcanzar las metas— fue aplazado hasta el próximo encuentro (que puede ser en las reuniones entre sesiones del próximo año).
Como explica Óscar Soria, director de la organización Common Initiative, “movilizar recursos suficientes para alcanzar los compromisos de biodiversidad ha sido uno de los grandes temas desde hace 30 años. Hemos visto un liderazgo insuficiente por parte de los países más ricos, como los de la Unión Europea, Canadá, Suiza, Japón y Reino Unido”.
La presidencia de la negociación, en cabeza de Muhamad, logró poner esos temas sobre la mesa.
Pero “el estado de desconfianza entre los países, y la manera en la que se organizó ese proceso hizo las negociaciones muy desafiantes en las últimas horas”, afirmó.
La delegación de Brasil insistió en que los recursos son importantes, porque a países como los latinoamericanos los están juzgando dependiendo de qué tanto puedan o no implementar la conservación, pero no cuentan con los recursos suficientes para hacerlo.
El ministro de Ambiente y Cambio Climático de Sierra Leona también criticó los resultados.
“Esta COP no ha entregado ese financiamiento adicional ni nos ha dado confianza en que los gobiernos trabajarán juntos para brindarlo de manera transparente y urgente. La biodiversidad es un bien público; es nuestra mayor defensa contra el cambio climático, nuestra fuente de alimentos, medicinas, agua, ingresos e identidad. ¿Por qué no pueden materializarlo para luchar contra la mayor amenaza que enfrentamos?”, dijo en la plenaria.
Momentos de euforia en la “COP de la gente”
El balance no solo fue negativo durante las últimas dos semanas de negociación. La COP16 de Colombia, que se nombró desde el principio como la “COP de la gente”, alcanzó varios hitos que se consideran históricos, sobre todo, en materia de participación.
El inicio de la última plenaria estuvo lleno de lágrimas, abrazos, arengas y discursos de apoyo (en contraste con su cierre).
Por primera vez, se acordó un “órgano subsidiario permanente” para pueblos indígenas y comunidades locales.
En palabras sencillas, se trata de un grupo que permitirá que los derechos de estas comunidades sean reconocidos y respetados en el marco del CDB.
Ningún otro proceso ambiental de las Naciones Unidas tiene un espacio dedicado permanente para los pueblos indígenas y las comunidades locales. Con esta decisión, se reconocen también las contribuciones de los conocimientos tradicionales para el éxito del Marco Mundial de Biodiversidad.
Como aseguró Viviana Figueroa, una de las voceras de los pueblos indígenas del mundo, “esto es un gran avance para nosotros y significa también que nuestros conocimientos tradicionales tienen un rol y contribuyen a la conservación de la biodiversidad. Los pueblos indígenas y comunidades locales hoy celebramos”.
La ministra Muhamad también se refirió al tema. “Esto es histórico. Alcanzamos por consenso un gran acuerdo alrededor del Artículo 8J con tres grandes logros”, dijo.
Además del órgano subsidiario, se logró el reconocimiento de los afrodescendientes como un grupo específico que resguarda la biodiversidad y se estableció un plan de trabajo para estas comunidades (que permite su acceso directo a recursos) hasta el 2030.
“Con este hecho, se reconoce el valor de los saberes tradicionales de los pueblos indígenas, afrodescendientes y comunidades locales, y se salda una deuda histórica en el Convenio de 26 años. Esta es la verdadera COP de la gente”, insistió Muhammad.
Otras pequeñas victorias
En la larga jornada de la plenaria, hubo un punto que se tomó gran parte del tiempo de discusión: el de repartición equitativa de los recursos genéticos digitales.
Tiene un nombre complejo, pero básicamente buscaba que las grandes industrias que se han beneficiado por años de la información genética de plantas y animales, de manera gratuita, repartieran una mínima parte de sus ganancias con los países y grupos que conservan esa biodiversidad.
La noche estuvo llena de tensiones y conversaciones en los pasillos alrededor de cuáles corporaciones debían pagar por usar datos de la naturaleza.
Se acordó que el aporte fuera voluntario, pero finalmente quedó establecido el primer fondo global para que farmacéuticas, empresas de cosméticos, agroindustria y de tecnología que se benefician de los datos genéticos puedan contribuir con el 1% de sus ganancias o 0,1 % de sus ingresos.
Lo llamaron el “Fondo de Cali”. Pero la decisión de aportar o no aún está en manos de las empresas.
“El Fondo de Cali introduce un mecanismo de recursos único, en el que además se propone que 50 % de los recursos recaudados vayan directamente a pueblos indígenas y comunidades locales”, señaló Soria.
“Aunque es un paso importante, enfrenta varios desafíos en asegurar contribuciones significativas, debido a su carácter voluntario. Su efectividad dependerá de la voluntad de la comunidad internacional y de los beneficios que les pueda generar en su reputación”, insistió.
Martin Harper, director de la organización Birdlife International, también se refirió al tema.
“El nuevo acuerdo no es perfecto, pero sí establece cómo una parte de los 1,5 billones de ingresos de la industria farmacéutica podrían ayudar a abordar la crisis de la biodiversidad”, dijo. Los compromisos asumidos en Cali, insistió, serán tan fuertes como sea la implementación de los países cuando abandonen esta sede.
Los negociadores también acercaron el vínculo entre la pérdida de biodiversidad y la salud de las personas, ecosistemas y la vida silvestre.
Luego de cuatro años de discusiones, en la COP16 se acordó un nuevo plan de acción voluntario, una especie de caja de herramientas, para hacer frente a varias de las lecciones aprendidas que nos dejó la pandemia de covid-19.
Asimismo, se acordó el reconocimiento de áreas marinas de importancia biológica y ecológica que se encuentran en altamar (un paso que permitiría identificar las áreas importantes de conservación, para alcanzar la meta de protección de 30 % de los océanos) y otro sobre el uso sostenible y conservación de la biodiversidad marina y costera.
Sobre las 4:30 AM del sábado 2, la plenaria inició la discusión de otro texto clave: el de la relación de la biodiversidad y el cambio climático.
Un documento importante, según Muhamad, que buscaba enviar un fuerte mensaje a Bakú, la capital de Azerbaiyán donde tendrá lugar la COP29 sobre cambio climático desde el 11 de noviembre. Sin embargo, en los esfuerzos por acordar el texto y “limpiarlo” de los corchetes, quedaron varios asuntos clave por fuera.
Entre esos, se eliminó la referencia explícita a los combustibles fósiles (principales causantes de los gases que calientan la atmósfera), se quitó la referencia a la pérdida de biodiversidad como una forma de pérdidas y daños del cambio climático y se suprimió la importancia de los humedales para la acción climática y de biodiversidad.
“El cambio climático causado por los humanos y la pérdida de biodiversidad son crisis interconectadas y, para una mejor eficiencia, deben abordarse simultáneamente”, señaló Catherine Weller, directora de política global de Fauna & Flora.
Como aseguró Patricia Zurita, directora de estrategia de Conservación Internacional, “no nos vamos de Cali con las manos completamente vacías”. Sin embargo, “la naturaleza está en cuidados intensivos y, al no llegar a un compromiso financiero fuerte, su riesgo de colapso aumenta”.