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Cómo limitada victoria percibe América Latina acuerdo de COP28

Información IPS Venezuela

La decisión de “alejarse de los combustibles fósiles”, adoptada este miércoles 13 como consenso final por los casi 200 países congregados en la cumbre climática de Dubái, la COP28, constituyó para la causa del ecologismo latinoamericano una victoria con contenido y alcance insuficientes.

Marcó una pauta el secretario general de la ONU, António Guterres: “A aquellos que se opusieron a una referencia clara en el texto de la COP28, quiero decirles que la eliminación progresiva de los combustibles fósiles es inevitable, les guste o no”.

Los países acordaron hacer la transición desde los combustibles fósiles “de manera justa, ordenada y equitativa”, y al mismo tiempo “acelerar la acción en esta década crítica, para lograr cero emisiones netas (de gases de efecto invernadero, como los que generan el carbón, el petróleo y el gas) para 2050, de acuerdo con la ciencia”.

“El planeta Tierra sigue tocado pero no hundido”, reaccionó el peruano Manuel Pulgar-Vidal, responsable de Clima Global y Energía en la organización Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), reconociendo “el valor de que el mundo ‘transicione’ para alejarse de los combustibles fósiles”.

Pero quien fue presidente de la COP20 en 2014, celebrada en Lima, cuando era ministro del Ambiente de su país, consideró que “es desafortunado que el resultado sugiera que hay algún papel para peligrosas distracciones, como la captura de emisiones de carbono a gran escala y su almacenamiento, o los combustibles de transición”.

“Ese no es el caso. Para un planeta habitable se necesita extinguir el uso de todos los combustibles fósiles”, sentenció en una visión que repitieron otros especialistas latinoamericanos presentes en la jornada conclusiva de la 28 Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.

«Es desafortunado que el resultado sugiera que hay algún papel para peligrosas distracciones, como la captura de emisiones de carbono a gran escala y su almacenamiento, o los combustibles de transición”: Manuel Pulgar-Vidal.

Marcio Astrini, secretario ejecutivo del Observatorio Climático de Brasil, resaltó que este acuerdo es “fuerte en señales, pero débil en contenido”, mientras que Joab Okanda, consejero climático de Christian Aid, dijo que “la era de los combustibles fósiles llega a su fin, pero aún no hemos puesto el clavo en el ataúd”.

El argentino Enrique Maurtua Konstantinidis, de la red Independent Global Stocktake, reconoció que “por primera vez, hay señales importantes sobre combustibles fósiles. Ahora, hay referencias a transicionar todo el sistema energético”.

“Esta COP dio énfasis al qué. Sin embargo, no dio señales del cómo: financiamiento para la transición, y la puerta abierta a muchas falsas soluciones”, resumió.

Márcio Astrini, secretario ejecutivo de la red brasileña Observatorio del Clima, dijo que “este resultado de la COP28, fuerte en señales pero débil en sustancia. Sin una acción real, el resultado de Dubai no será celebrado entre las comunidades de todo el mundo que están sufriendo fenómenos meteorológicos extremos”.

En cambio, Natalie Unterstell, del también brasileño Instituto Talanoa, celebró que “derrotamos el imposible final de los combustibles fósiles: una victoria rotunda sobre la diplomacia del petróleo y el gas que ha predominado durante los últimos 30 años”.

Destacó que el balance final de la COP “llama a los gobiernos a seguir un calendario claro y alineado para la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles, que tendrá que integrarse en el calendario de transición de las economías hacia las emisiones netas cero para 2050”.

“Los países que apuestan por la expansión continuada de la producción de petróleo, gas y carbón tendrán que revisar sus planes e indicar cómo y cuándo completarán su transición hacia las energías limpias”, añadió.

Maria Laura Castillo, de la argentina Fundación Ambiente y Recursos Naturales, advirtió que la transición “requiere de un cuestionamiento del paradigma global de producción y consumo, en el que los países del norte global reduzcan la demanda de energía y bienes ambientales y apoyen a los países del Sur global”.

“Este apoyo debe incluir financiamiento sin condicionamientos, transferencia de tecnologías y apoyo para la construcción de capacidades, a fin de que puedan avanzar en su propia transición”, agregó Castillo.

Javier Dávalos González, de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente, con su base en Quito, consideró que la COP28 no ha entendido la urgencia de la transformación que se requiere”.

“Si bien el texto menciona la reducción del consumo y producción de combustibles fósiles en una forma justa y ordenada, el hecho de que esta medida sea una posibilidad para las partes y no una obligación, nos impulsa a exigir mayor ambición de las partes”, dijo Dávalos González.

Las críticas al documento coinciden en que “podría haber sido redactado por un gran productor de gas”, por la referencia a combustibles “de transición” en el ambicionado paso a la generación de energías limpias en lugar de las basadas en fósiles.

El texto retoma el de la COP26 de 2021 en la ciudad escocesa de Glasgow sobre el carbón, y pide acelerar esfuerzos para la eliminación progresiva de la energía de ese origen.

Establece que las nuevas compromisos determinados a nivel nacional (ND,C en inglés), para reducir las emisiones de gases invernadero desde cada nación, deberán cumplirse a partir de finales de 2024.

Entre las emisiones de gases de efecto invernadero distintas del dióxido de carbono (CO2) que requieren de medidas, sólo se señalan las emisiones de metano. Los textos anteriores hacían referencia al óxido de nitrógeno y a los gases fluorados.

El documento es pobre en el tema del financiamiento. Hay un reconocimiento de su necesidad, pero no cifras concretas, lo que significa que se convierte en el principal punto de la agenda para 2024.

Se esperaba que las referencias a la reforma de la arquitectura financiera internacional y del Banco Mundial fueran más audaces, y hay poca referencia a la escala de financiación necesaria para pérdidas y daños.

Hubo sin embargo avances pues las promesas de reposición para el Fondo Verde para el Clima superaron las anteriores y ahora ascienden a 12 800 millones de dólares prometidos para toda la segunda reposición.

En cuanto a las medidas de adaptación al cambio climático –reformas en sistemas y prácticas económicas y sociales-, el texto es más débil que las versiones anteriores, con pocas métricas o definiciones concretas.

Aunque se mantiene el lenguaje sobre “adaptación transformadora” y “evitar la mala adaptación”, no se indica cómo se ampliará la financiación de la adaptación, y hay lagunas jurídicas para retrasar o denegar las obligaciones financieras.

El comercio se ha planteado como una cuestión en la que los países quieren trabajar juntos en políticas justas y alineadas que apoyen cadenas de suministro globales respetuosas con el clima.

Finalmente, se hizo hincapié en la importancia de conservar, proteger y restaurar la naturaleza y los ecosistemas, y en detener e invertir la deforestación y la degradación de los bosques para 2030.

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