Aprender a escuchar: Mujeres indígenas y la construcción del sentido comunitario de la vida
Las comunidades indígenas del Amazonas, Venezuela, son escenarios donde las mujeres desempeñan un papel central en la sostenibilidad de la vida de la familia, la comunidad y del entorno natural. A pesar de su múltiple rol como pilar fundamental en el cuidado de la familia, la tierra, y la socio-producción comunitaria, las mujeres indígenas a menudo se enfrentan a la paradoja de tener una influencia limitada en los espacios formales de participación y toma de decisiones, situación de inequidad que contrasta con el papel protagónico de las mujeres en la cotidianidad del contexto familiar y comunitario.
Para abordar esta inequidad, es central promover relaciones de complementariedad que reconozcan y valoren por igual las contribuciones de mujeres y hombres en el cuidado de la familia, la comunidad y el territorio. Esta complementariedad no solo fortalecería las estructuras sociales y ambientales, sino que también sería fundamental para garantizar una participación equitativa de las mujeres en las decisiones políticas de la comunidad, permitiendo que su profundo conocimiento y experiencia se traduzcan en una influencia efectiva en todos los niveles de toma de desiciones en el espacio comunitario.
Este artículo es producto del diálogo sostenido con Rizo Cañamoreno del pueblo indígena Warekena (lideresa indígena y profesora en educación intercultural bilingüe) y Jenny Gaitán del pueblo indígena Jivi (mujer agricultora), de la comunidad La Reforma, municipio Atures, estado Amazonas, Venezuela. Conversación realizada con motivo de la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres Indígenas (05 de septiembre) y para visibilizar el destacado papel que las mujeres tienen en comunidades indígenas vinculadas al Proyecto “Gestión Integrada de Paisajes Sostenibles para la conservación del bioma forestal Amazonas”, una iniciativa de la Gobernación del Estado Amazonas, ejecutada por el Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo, con la asistencia técnica de la Organización de las Naciones Unidas Para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y financiamiento del Fondo Para el Medio Ambiente Mundial (GEF).
Guardianas ancestrales de la Tierra: conexión, cuidado y sabiduría
Para las mujeres indígenas, la tierra es mucho más que un recurso; es un ser vivo, la base de su existencia y la fuente de su sabiduría ancestral. Rizo Cañamoreno, desde su cosmovisión, enfatiza: «Primeramente para nosotras, en lo cultural, como mujeres indígenas, la tierra la consideramos como la vida. Porque allí se encuentra todo, todo para la vida, para ser feliz». Esta profunda conexión se traduce en una responsabilidad inherente de cuidado y protección, lo que las convierte en «herederas de la tierra». Jenny Gaitán, ilustra esta relación al describir sus prácticas agrícolas con un aprendizaje ancestral orientado a un sistema alimentario sostenible basado en conocimientos tradicionales y la interacción armoniosa con el territorio y la naturaleza. Esta aproximación de complementariedad no sólo asegura la salud de la tierra, sino también la de sus comunidades, a través del cultivo de la yuca y la producción de casabe, mañoco y almidón.
El valor de la tierra y su cuidado es un conocimiento que se transmite activamente a las nuevas generaciones, con un énfasis particular en las niñas. Rizo subraya la importancia de «transmitir esos conocimientos a otras generaciones para el cuidado de nuestras tierras. En este caso, resaltamos más que todo para las niñas. Transmitirle ese valor. Porque es algo indispensable para cuidar y proteger la tierra, porque es la fuerza de nosotras, allí está la vida». Esta transmisión de saberes no es meramente educativa, sino que forma parte de un proceso de crianza y rituales que comienzan desde el nacimiento. Rizo describe cómo, al nacer una niña, es considerada un «símbolo» o «amuleto», y a través de baños con plantas y rituales de iniciación, se le inculca el valor de preservar la tierra y nutrir su cuerpo. Se les enseña el trabajo, los valores, la agricultura y el rol esencial de la mujer en la vida, preparándolas para fortalecer su cultura. Se trata de un proceso de iniciación que las prepara para ser Guardianas de la tierra, un compromiso por proteger la Madre Tierra, la fuente de la vida.
El sustento del hogar y la socio-producción comunitaria: pilar de la economía familiar
El rol de las mujeres indígenas se extiende de manera vital a la producción y abastecimiento de alimentos, así como a la economía de sus comunidades. Jenny Gaitán describe su trabajo diario en el conuco (parcela) como fundamental para el cuidado y la alimentación de su familia: «mi trabajo en el conuco es trabajar para el cuidado de la familia, para el estudio, para muchas cosas. Nosotras como indígenas trabajamos para la alimentación y para el cuidado». Este trabajo implica madrugar para preparar el alimento de los hijos e hijas que se quedan en casa e ir con los otros al conuco en la mañana, «de las 7 de la mañana hasta las 10 que se sale del conuco para hacer el proceso de la yuca».
El procesamiento de alimentos, como la yuca para producir casabe, mañoco y almidón, es una actividad central para el sustento diario y una práctica productiva ancestral. Jenny explica que estas actividades son compartidas con la familia: » desde de la mañana, de madrugadita es con la familia, de ahí salimos al campo,se trabaja y luego del campo a la casa para el proceso de hacer el casabe, allí se está con la familia, hasta que ya cae parte de la noche». Involucrar a la familia es fundamental para esta labor y Jenny (madre y abuela que lidera ese proceso) destaca: «todos nos involucramos, aunque una parte todavía estudia, en la tarde para el proceso de elaboración del casabe ya están para ayudarme». La producción resultante no es solo para el consumo familiar, sino también para la venta, lo que destaca su rol en la economía local.
Estas actividades productivas implican un trabajo arduo que tiene un impacto en la salud de las mujeres. Jenny reconoce que «en salud sí afecta» el procesamiento de productos como el mañoco y el casabe, que requiere mucho tiempo frente al fuego y la carga de leña, exponiéndolas a «mucha cosa caliente en el cuerpo, en el brazo, en la cara, y a mucho humo». Para mitigar esto, han establecido un sistema en el que dedican «los días que se hace el trabajo y se deja un día especial para realizar el mañoco, el casabe, el almidón, y de ahí ya reposar», lo que indica una adaptación que las mujeres han incorporado para sus propios cuidados.
Liderazgo y resistencia silenciada: La lucha por la participación equitativa
En el ámbito de la socio-producción comunitaria, las mujeres indígenas son reconocidas como mujeres que sostienen la vida familiar y comunitaria, siendo emprendedoras, luchadoras, sabias y solidarias. Pero a pesar de este papel central en la economía, la producción de alimentos y la preservación cultural, las mujeres indígenas a menudo se encuentran relegadas de los espacios de participación y toma de decisiones en la comunidad. Rizo Cañamoreno expresa su preocupación al señalar que «el rol del hombre siempre prevalece más que el de las mujeres. ¿Por qué? Porque si analizamos el contexto aquí en la comunidad, la mayor parte de los hombres son los líderes. Hay poca participación de mujeres«.
Rizo se preocupa por cambiar esta dinámica y busca promover una participación equitativa en la comunidad», así como «transmitirle a los niños y a las niñas que debe haber un equilibrio de participación». Para lograr este equilibrio, Rizo considera necesario que las mujeres reciban capacitaciones y formación que les permitan superar la discriminación y aprovechar oportunidades, aspirando a una representación del «50 – 50». Ella reconoce que, a pesar de que las mujeres son quienes están más pendientes de su territorio y familia, «tenemos desventajas, es necesario tener esas oportunidades para que nos ayuden a superar esas barreras».
La preocupación de Rizo es compartida por otras mujeres en la comunidad, quienes, aunque se esfuerzan por participar en las reuniones, a menudo «tienen miedo de participar», en tanto no hay una dinámica regular de participación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones en el entorno público de la comunidad. Rizo, desde su propia experiencia, intenta involucrarlas y transmitir lo que ha aprendido. Ella misma es un ejemplo de esta lucha por el espacio de participación: a pesar de que la mayoría de las personas que componen el tribunal para el ejercicio de la Jurisdicción Especial Indígena (JEI) son hombres, el consejo de ancianos la postuló para participar, convirtiéndola en la «única mujer que estoy representando la jurisdicción». A pesar de que su presencia (minoritaria) en un espacio de prevalencia masculina, representa una conquista para las mujeres indígenas, le preocupa, y hace un llamado a los dirigentes (hombres) sobre la «necesidad de que se involucren las mujeres, porque hay mujeres que pueden cumplir ese rol, ya que son también lideresas aquí en la comunidad».
Transitar hacia la equidad y el reconocimiento
Las mujeres indígenas son el corazón de sus comunidades, desempeñando roles insustituibles en el cuidado de la familia, la tierra, la salud, la alimentación y el desarrollo socio-productivo. Su conexión profunda con la naturaleza, sus prácticas ancestrales de cultivo y procesamiento de alimentos, y su capacidad para organizar y liderar proyectos productivos son esenciales para la supervivencia y el bienestar de sus pueblos. Comportan en ellas condiciones del ser y hacer que son constitutivas de las relaciones, no tan solo familiar y comunitaria, sino también con lo natural y espiritual, entrañando una cosmogonía que les permite construir el sentido comunitario de la vida.
Sin embargo, el patriarcado y las barreras culturales y estructurales persisten, limitando su acceso a los espacios de poder y decisión. La voz de Rizo Cañamoreno es un llamado por el reconocimiento de los liderazgo de las mujeres, para lo cual es fundamental la formación y la capacitación “que nos ayuden a superar esas barreras». La lucha por la participación equitativa no solo es una cuestión de justicia de género, sino una necesidad imperativa para la consolidación de la justicia social y el desarrollo sostenible de sus comunidades que promuevan relaciones de complementariedad entre mujeres y hombres para el cuidado de la familia, comunidad y territorios.
Es fundamental que se promuevan iniciativas que fortalezcan el liderazgo de las mujeres indígenas, brindando capacitación y apoyo para proyectos productivos, posibilitando la participación plena y efectiva en todos los niveles de toma de decisiones. Reconocer y empoderar a estas guardianas de la vida es honrar su resiliencia, su lucha y su inmensa capacidad para transformar su realidad y la de sus comunidades, cultivando, como ellas mismas lo expresan, «con amor nuestra sabiduría ancestral».