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Llega a la cartelera venezolana «Ellas hablan», la respuesta del cine a una sociedad en retroceso

Ellas hablan’ es el testimonio de una sociedad podrida que en cinco años ha dado cuatro pasos hacia atrás por cada paso hacia delante. Es una película de reeducación básica rodada para un público que, ya desde su título, no va a ir a verla poniendo como excusa palabras que no significan nada en un mundo cada vez más conservador. Sarah Polley predica a los conversos, habla de los derechos humanos más básicos y pese a todo se ve obligada a poner algunos añadidos para no enfadar a esa gente cuya opinión ya está rubricada antes de empezar a verla. Su existencia es tan absolutamente comprensible… como terriblemente triste.

“Ellas Hablan” recibió la nominación a Mejor Película y la directora y escritora Sarah Polley recibió la nominación a Mejor Guión Adaptado. “Ellas Hablan” narra la historia de unas mujeres de una comunidad religiosa aislada que luchan por reconciliar su realidad con su fe.

Al granero

La película de Polley tiene aires de obra de teatro, pero intención de llegar a la mayor audiencia posible para esparcir los puntos clave de un mensaje con el que hace años cualquiera estaría de acuerdo, pero que el retroceso cultural (le pese a quien le pese) hace tristemente necesario recalcar. Por obvio que parezca, sí, violar está mal, las mujeres tienen derechos y elección propia. Esgrimir estas afirmaciones parece cada vez más algo subversivo en los tiempos en los que ver una mujer en un cartel ya se denosta como «woke».

Aunque está dirigida a ellos, los que llevan el «anti-wokismo» por bandera no tenían pensado acercarse a ‘Ellas hablan’. ¿Cómo, si el título y el póster dejan claro lo que es? Y así llegamos al problema básico de la cinta: su público va a asistir a una reeducación básica con la que va a estar inherentemente de acuerdo, pero que va a caer en saco roto, como enseñar a sumar a un matemático. Personalmente, me ocurrió lo mismo que viendo ‘En los márgenes’, la cinta de Juan Diego Botto: sí, estoy de acuerdo con lo que dices, pero tu mensaje no está dando en la diana conmigo.

La pasión por Cristo

Pero no todo es el mensaje, por suerte, sino cómo se expresa. Y aquí Sarah Polley consigue sacar pecho con una dirección precisa que convierte la teatralidad en cinematografía y unos personajes que muestran las diferentes capas de reacción hacia un abuso como el que se muestra: desde la que opina que todo debe seguir igual porque de nada vale resistirse hasta la que opta por cortar cabezas, pasando por las más calmadas, que opinan que es mejor marcharse sin dejar rastro. Todas ellas tienen una argumentación potente, están bien planteadas y convierten lo que podría ser un debate estéril en uno más similar a ‘Doce hombres sin piedad’. ¿’Ocho mujeres sin piedad’? No es mala definición.

El metraje comienza con cientos de mujeres descubriendo la democracia y finaliza con cientos de mujeres asumiéndola tras pasar por un guion fabuloso que, en lugar de incidir de manera repetitiva en los mismos problemas y soluciones, siempre tiene una nueva mirada, un giro inesperado, una bifurcación ineludible. Lo único de lo que están seguras es de que ellas, mujeres analfabetas que tan solo han vivido la vida que conocen, necesitan un cambio. Por el camino habrá discusiones sobre familia, tradición, carcajadas redentoras y catárticas y fe siempre con la mirada masculina sobre unas mujeres que creen aborregadas como telón de fondo. Como os digo, son ideas muy bien lanzadas y entretejidas, pero es una pena que sean tan necesarias en el clima político de 2023

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