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Documental sobre Juvenal Ravelo podría estar listo en 2025 

Por: Luis Jesús González Cova

Existe la posibilidad de que para el primer semestre de 2025 ya esté listo, A la velocidad de la luz, el documental sobre el maestro venezolano del arte cinético, Juvenal Ravelo, un esfuerzo que comenzó el cineasta franco venezolano, Atahualpa Lichy, hace unos 10 años, de manera autofinanciada, con la intención de crear un retrato de uno de nuestros artistas plásticos vivos más importantes de esta época bisagra entre los siglos XX y XXI.

El proceso de elaboración de una película así, es lento “porque es una película compleja. Tenemos 10 años filmando con el problema de que no hemos tenido ninguna ayuda. Yo diría que llevamos el 80% terminado y vamos a postular el proyecto ante el CNAC (Centro Nacional Autónomo de Cinematografía)  con la esperanza de tener ayuda para la terminación”.

El realizador considera que sería muy positivo, para completar el documental, registrar la participación de Ravelo, como representante de nuestro país, en la edición número 60 de la Bienal Internacional de Arte de Venecia que se extenderá hasta el 24 de noviembre.

Lamentablemente, eso es poco probable mientras el documentalista esté en Venezuela y sin financiamiento para trasladarse hasta Italia.

No obstante, probablemente Lichy deba viajar en los próximos meses a Francia y así tendría menos complicaciones para llegar a Venecia. Tampoco se descarta que alguien de confianza pueda realizar, bajo encargo del cineasta, unos planos específicos.

“Hemos recibido unos planos (de la exposición en la bienal italiana), pero me gustaría filmar más. No lo tengo contemplado en este momento porque no hay presupuesto y no lo conseguiré para ir a Venecia a filmar algunas cosas allá, salvo que ocurra un  milagro… y los milagros existen así que uno nunca sabes”, confesó el autor de obras como Río Negro y El misterio de las lagunas, entre otros títulos.

De cualquier manera, es necesario contar con algún financiamiento para poder terminar el documental y que no se convierta en uno de esos proyectos eternos, a pesar de que, a juicio del autor, el proceso que resta “no es tanto y no es algo que sea muy caro. “Pero la situación en Venezuela es compleja y no es fácil conseguir el financiamiento” para completar procesos relacionados con efectos especiales, hacer la música, los créditos y otros elementos de la posproducción.

De momento, en una etapa de edición que se ha hecho sobre la marcha, a cargo de Diana Lichy, llevan procesados aproximadamente una hora y 15 minutos, de un material en bruto que el realizador calcula en, quizás, unas 20 horas de grabación.

A lo largo de 10 años durante los cuales se han hecho registros a medida que van apareciendo oportunidades, se ha grabado en la Caripito natal de Juvenal Ravelo, en Maturín y en Marcigny, al centro de Francia donde el artista plástico realizó una propuesta contextualizada dentro del principal proyecto de su carrera, Arte de participación en la calle, entre otras locaciones significativas en la trayectoria creativa del artista oriental.

En esos sitios se recogieron historias sobre la infancia de Juvenal Ravelo, la celebración de su cumpleaños en Caripito, toda una tradición entre familiares y amigos que se dan cita cada 23 de diciembre y en la cual tiene una fuerte presencia el joropo.

“Creo que esta puede ser una muy buena película” No se trata de una película de arte tradicional que se cuenta de manera lineal marcando cada etapa creativa. Por el contrario articula pedazos en la vida del autor, “que es un personaje complejo y que ha hecho muchísimas cosas” en sus casi 90 años para configurar un retrato audiovisual, profundo, que pueda mostrar a la audiencia no solamente quién es Juvenal Ravelo, sino además plantear el relato de una época de efervescencia creativa de las artes plásticas venezolanas.

Porque al hablar de Juvenal Ravelo es imposible no hablar, entre otros, de Jesús Soto y de Carlos Cruz Diez que fueron sus amigos y pilares fundamentales de una etapa del arte venezolano en la que muchos artistas iban a Francia. Eso era como el gran sueño, la meta. Y que muchos lo realizaron. Entonces el documental tiene que incluir el relato de esa época”, reveló Atahualpa Lichy.

De momento, que el documental esté listo o no para el año que viene, dependerá de la aceptación o no del proyecto en la convocatoria para recibir financiamiento por parte del CNAC, que termina la semana entrante, a finales de este mes. A menos que llegue financiamiento por otras vías.

JURADO EN EL FCV

Este año Atahualpa Lichy fue seleccionado como jurado en la categoría correspondiente a largometraje documental del Festival de Cine Venezolano (FCV) en su edición número 20, certamen que este año, por primera vez, se realiza en Margarita.

En esta condición de evaluador, el realizador se priva de hacer cualquier declaración que pueda ser vinculada con la competencia y por ende susceptible de una mala interpretación. Sin embargo, se atrevió a elaborar para el Correo del Orinoco una opinión general sobre el estatus actual del documental en nuestro país, a partir de su experiencia como docente, en combinación con la muestra que en esta edición del FCV consta de unas 11 producciones.

“Veo que el documental, en estos últimos años, ha crecido mucho. Hay muchos más documentales y hay muchos jóvenes interesados en hacer documentales, además de los realizadores que hacen documentales de toda la vida. Y eso es muy positivo, porque hubo una época  en Venezuela que el documental era considerado algo pobre o secundario y realmente pocos jóvenes decidían hacer documentales”, analizó.

La experiencia de este realizador como encargado de un diplomado en la Escuela Nacional de Cine, le permite afirmar que en la actualidad la generación de relevo del séptimo arte venezolano está motivada y entusiasta para usar el lenguaje documental como una vía para expresar una amplia diversidad de temas que los afectan, esto conjugado con un esfuerzo por experimentar con diversas codificaciones para lograr un lenguaje innovador y particular.

Todo esto ha potenciado, a decir de Lichy, un incremento tanto en la cantidad como en la calidad de documentales.

Además, si bien los jóvenes documentalistas se desligan de las tendencias o corrientes, no lo están haciendo con la extravagancia que surge de la necesidad de inventar por inventar, si no a partir de la intención de mejorar lo que llega a sus manos y destaca en la actualidad.

 “Me sorprendió que el documental ucraniano que ganó el Oscar, antes que lo ganara, casi todos mis estudiantes lo habían visto. Y es que se buscan  a ver qué hay. Y como es bueno, se lo pasan entre ellos. Y eso es  más que positivo, porque ver películas es la mejor manera de abrir el espíritu y la sensibilidad a esos lenguajes”, declaró el también docente.

Otro tema distinto, acotó el realizador, es la distribución del documental en nuestro país. En su opinión, la solución sería cultivar la tradición de ver documentales, que la gente se acostumbre al documental y lo distinga del reportaje que tiene más presencia en televisión. Ese es el problema estructural que, a su entender, se debe resolver para mejorar el asunto de la distribución y exhibición de este tipo de obras.

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