Arte y Cultura

Cabinet Gallery invita a visitar «San Esteban, retrato de un lugar»

El paisaje debe interpretarse como continente de la historia, tanto de las que han prevalecido en el tiempo, conocidas por la mayoría, como de aquellas anónimas, vidas y hechos de personajes y lugares olvidados que, sin embargo, serían determinantes para el futuro de regiones enteras.

Varias leyendas corren al unísono para arribar al retrato de San Esteban que propone Carlos Flores para esta exposición, en los espacios de su galería. Identidades colectivas, familiares y personales. Culturas, credos e ideologías que se cruzan en esta singular población para forjar un capítulo fecundo del devenir del país.

La relevancia de San Esteban fue el resultado de eficaces voluntades que vieron, en este paraje, las bondades que la naturaleza ofrecía y lo acogieron como refugio para la vida, lugar de veraneo o estancia para el descanso. El entorno siempre fresco y sombreado contrastaba con la ciudad de Puerto Cabello, emplazada a orillas del mar y, por tanto, con una intensa actividad portuaria y comercial. Pero más allá de los locales, fueron los foráneos quienes nos obligaron a mirar, con otros ojos, las cualidades de un lugar privilegiado.

El editor y galerista se ha propuesto recuperar los vestigios del esplendor que otrora brilló en San Esteban, abonado primero por los indígenas que dejaron su testimonio en los petroglifos al borde del río. Luego por los españoles quienes, tras la búsqueda de El Dorado, construyeron caminos empedrados en la cima de las montañas, esquivando la intemperie de la ruta de la costa. De esa época data el Puente ojival de Paso Hondo o Puente de los Españoles.

Más tarde confluyeron en la población, músicos, pintores y escritores provenientes de distintas geografías; figuras importantes que estimuladas por la congregación de orígenes, lenguas y culturas, quisieron hacer de San Esteban un lugar abierto a todo lo posible mezclado con la cultura venezolana. Poco a poco importantes familias se asentaron en sus inmediaciones. Se construyeron hermosas y solariegas casas como telón de fondo a un incipiente quehacer social y cultural.

Es el científico Alexander von Humboldt quien le sugiere al pintor Ferdinand Bellermann visitar San Esteban, lugar adonde él no logró llegar durante su viaje a las regiones equinocciales. Otro pintor alemán lo haría veinte años más tarde, Christian Anton Goering, quien en 1862 describiría a San Esteban como “el más hermoso valle de Venezuela”. Ambos pintaron profusamente los alrededores de la población, sus montañas, ríos y selvas. A otro naturalista, el poeta y fotógrafo Carl Ferdinand Appun, se le debe la ubicación del pájaro campanero, oriundo de los bosques sanestebanos (Walter Arp hace aquí una entrada triunfal: la campana gutural del ave casi parece sonar).

El interés de Carlos Flores por San Esteban viene de su curiosidad innata alimentada por su abuela materna, Ana Valentina Márquez de León, quien lo entretenía en su infancia revelándole pasajes de la historia familiar. Después, él mismo incursionó tierra adentro desde su Puerto Cabello natal para encontrarse con la Villa Friedenau, residencia de su tía, la pintora Raquel Capriles de Brandt. Quiso el destino que esta extraordinaria casa le llegara por herencia de su abuela paterna, Mercedes Rojas Brandt-Kerdel de Flores.

Y así, la exposición «San Esteban, retrato de un lugar» se integra al proyecto de vida que Carlos lleva adelante y que implica, entre otras tareas, la recuperación de Villa Friedenau como posada y residencia de artistas.

En la muestra participan diecinueve creadores contemporáneos y de épocas anteriores, quienes interpretan el paisaje desde distintas percepciones. Para familiarizarse con el entorno, en diciembre de 2024, Cabinet Gallery emprendió, junto al grupo de participantes, una excursión que culminó en el Puente de Paso Hondo, lo cual significó tres horas de ascenso a la cumbre, y tres de descenso. Al igual que sus antecesores, estos artistas sintieron el deslumbramiento por la naturaleza, el paisaje y la historia de San Esteban.

Con el tríptico «Correspondencia», 2024, Renzo Rivera establece una continuidad entre el paisaje santestebano y los retratos de sus conspicuos huéspedes: Ferdinand Bellermann, Anton Göering y Jenny de Tallenay. El contraste entre lo perecedero y lo permanente se muestra a partir de la superficie traslúcida donde figura y fondo se solapan, queriendo persistir como planos de la memoria.

A la inversa, Valentina Aguirre conmemora a través de la cerámica, figuras de personajes que visitaron o habitaron San Esteban, y cuya apreciación de la naturaleza desde la ciencia y la expresión artística nos traslada a mundos paradójicos entre realidad y ficción.

Víctor Julio González, Richard López Fernando Wamprechts, cada uno desde su práctica, representan ese paisaje idílico que nos legaron los artistas del siglo XIX, queriendo contrastar el efecto de extrañeza que otras miradas le imprimen a la descripción del entorno.

Un paisaje puede definirse a partir de una flor. Entre Titina Penzini y Raquel Capriles de Brandt median varias décadas; para las dos, la orquídea Albertina o una sencilla gladiola tienen idéntica importancia y simbolizan toda la verdad, lo imperecedero y lo bello, si sabemos apreciarlo.

La perspectiva cáustica de José Vivenes se nos muestra a partir de escenas que narran el deterioro del medio ambiente y de las vidas privadas y públicas, susceptibles de reveses históricos. La rebeldía, la desconfianza y la denuncia cuentan la otra cara de la historia que Vivenes nos franquea.

Daniel Guerra erige una armazón o totem conmemorativo, titulado «Lupinus», que reintepreta escultóricamente las formas vegetales estudiadas por Humboldt. En este diálogo entre lo natural y lo industrial, la pieza se convierte en un testimonio de la memoria botánica y su relectura en el lenguaje escultórico contemporáneo.

Pedro Medina y Renata Fernández plantean el silencio perturbador que pueden tener las imágenes exacerbadas de lo cotidiano. El tiempo detenido es un imposible que el artista tiene el don de trastocar continuamente.

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