FAO: «Sales en los suelos afectan a la décima parte de las tierras»
Información IPS Venezuela
Cerca de 1400 millones de hectáreas de tierra, algo más de 10 por ciento de la superficie terrestre mundial, están afectadas por la salinidad y otros 1000 millones de hectáreas están en peligro debido a la crisis climática y a la mala gestión humana, advirtió la FAO al evaluar esa degradación en los últimos 50 años.
La salinidad excesiva reduce la fertilidad de los suelos y afecta gravemente a la sostenibilidad medioambiental, recuerda en su informe la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En los países más castigados por este problema, el estrés por salinidad puede provocar pérdidas de rendimiento de los cultivos —como el arroz o los frijoles— de hasta 70 %, recuerda el informe Global status of salt-affected soils (El estado mundial de los suelos contaminados por sales).
Esta situación se produce en un momento en que urge aumentar la producción de alimentos para nutrir a una población mundial en aumento, cerca de 8200 millones de personas, de los cuales unos 700 millones aún padecen hambre.
En el informe se estima que la zona de suelos contaminados por sales es de 1381 millones de hectáreas, es decir, 10,7 % de la superficie terrestre mundial.
Además, calcula que 10 % de las tierras agrícolas de regadío y también 10 % de las tierras agrícolas de secano están afectadas por la salinidad, aunque la incertidumbre sigue siendo alta debido a la escasa disponibilidad de datos.
Los modelos de las tendencias mundiales de aridez indican que, con la actual tendencia de aumento de la temperatura, la zona afectada podría alcanzar hasta entre 24 y 32 % de la superficie terrestre total. Y se prevé que la mayor parte del aumento de la aridez se produzca en los países en desarrollo.
En la actualidad, 10 países (Afganistán, Australia, Argentina, China, Estados Unidos, Irán, Kazajistán, Rusia, Sudán y Uzbekistán) concentran 70 % de los suelos contaminados por sales en el mundo.
Las causas de la salinización son a la vez naturales e inducidas por el hombre.
La crisis climática incrementa la aridez y la escasez de agua dulce. Se prevé que la subida del nivel del mar ponga a más de 1000 millones de personas de las zonas costeras en riesgo de inundación y salinización progresivas para finales de siglo.
Además, el calentamiento mundial contribuye a la salinización por el deshielo del permafrost, el suelo congelado en las regiones cercanas al Ártico.
Las prácticas agrícolas inadecuadas también desempeñan un papel importante, resalta el informe.
Entre ellas cita el riego con agua de mala calidad, el drenaje inadecuado, la deforestación y la eliminación de la vegetación de raíces profundas, el bombeo excesivo de agua en zonas costeras e interiores, el uso excesivo de fertilizantes y agentes para deshielo, y la actividad minera.
El uso mundial de agua dulce, en particular, se ha sextuplicado durante el último siglo, lo que contribuye a la salinización de las aguas subterráneas debido a la sobreexplotación de los acuíferos para el regadío.
Al exponer las respuestas posibles, la FAO insiste en que dado que los suelos contaminados por sales representan al menos 10 % de las tierras, su gestión sostenible es crucial para satisfacer la creciente demanda alimentaria.
Ofrece estrategias de mitigación, como el mantillo (capa de material que se coloca alrededor de las plantas para protegerlas del calor, frío y sequía), el uso de capas intermedias de material suelto, la instalación de sistemas de drenaje, y la mejora de la rotación de cultivos.
Las estrategias de adaptación incluyen el mejoramiento de plantas tolerantes a la sal (como las halófitas, que prosperan en manglares, costas tropicales de arena y acantilados, e incluso desiertos de sal) y la biorremediación.
Estas últimas técnicas consisten en utilizar bacterias, hongos, plantas o animales para eliminar, destruir o secuestrar sustancias peligrosas del medio ambiente.
En el documento también se pide la elaboración de un marco legal a escala nacional e internacional dirigido a salvaguardar los ecosistemas salinos naturales, y garantizar la gestión sostenible de los suelos agrícolas de regadío, en particular en las zonas con riesgo de salinización.