Profusión de micropresas promueve sostenibilidad hídrica en Brasil
Información IPS Venezuela
Parece un intento de reproducir la superficie lunar, en algunos casos, al multiplicarse los cráteres en los pastizales. Pero en realidad son micropresas, “barraginhas” en portugués, que se diseminaron en Brasil como una forma exitosa de acopiar el agua y evitar la erosión del terreno en las zonas rurales.
El creador del proyecto que promueve la propagación de esos huecos es Luciano Cordoval, agrónomo que trabaja en la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) en Sete Lagoas, un municipio de 227 000 habitantes en el estado de Minas Gerais, en el centro de Brasil.
Por su recomendación la “barraginha” debe tener 16 metros de diámetro y profundidad para 1,2 metros de agua. Sus bordes de tierra suben 80 centímetros arriba de la lámina de agua, con un vertedero para el exceso. En la práctica esas dimensiones varían mucho.
El Proyecto Barraginhas, impulsado por Cordoval desde la Embrapa de Sete Lagoas, que en realidad se dedica principalmente a la investigación de maíz y sorgo como una de las 43 unidades de la empresa, participó directamente de la construcción de cerca de 300 000 micropresas, estima el agrónomo.
Pero el innovador cree que el total ya debe alcanzar dos millones en todo el país, ya que muchas instituciones, empresas y alcaldías adoptaron la innovación, reconocida como una tecnología social, y las diseminan por iniciativa propia.
A eso contribuye la intensa actividad de capacitación que ejerce Cordoval que denomina sus “clones” a los diseminadores de sus barraginhas que se destacan en varias regiones de Brasil. El agrónomo también promueve intercambios entre municipios, en que grupos que ya construyeron muchas micropresas transmiten sus conocimientos a los interesados.
Esas micropresas son adecuadas a terrenos con bajo declive. Embrapa recomienda no construirlas en inclinaciones superiores a 15 %.
Para declives superiores, Cordoval indica otra forma de retener el agua, la que bautizó de “curvas de nivel con cochinhos”, es decir zanjas que acompañan las curvas de nivel pero interrumpidas en una sucesión de depósitos de agua en forma de abrevaderos, que en Brasil se denominan “cochos de agua”.
Testimonios de grandes hacendados y pequeños agricultores reconocen los beneficios de esas formas de retener el agua de la lluvia. En muchos casos la escasez de agua desapareció, los nacientes resucitaron y con ellos pequeños cursos de agua.
Antonio Alvarenga, dueño de 400 hectáreas en Sete Lagoas, es un caso ejemplar de pionerismo. Sus primeras 28 micropresas las construyó con apoyo de Cordoval en 1995, dos años antes de iniciado formalmente el Proyecto Barraginhas de la Embrapa.
Siguió construyéndolas y estima haber agregado “más de 100” a las 28 iniciales. La hacienda de tierras degradas y secas se modificó totalmente. La recuperación de la napa freática le permitió tener hoy una laguna “artificial” de 42 000 metros cuadrados y cuadruplicar la cantidad de vacunos en su propiedad.
El agua retenida en las micropresas alimenta la napa freática que viabiliza las lagunas y recuperan los pozos que es la fuente de agua potable para millones de familias rurales en Brasil. Eso se comprueba con fotos que muestran el nivel de agua en los pozos antes y después de la construcción de las “barraginhas” un poco arriba.
El éxito de las micropresas aparece especialmente en las tierras degradadas que se estima superar 90 millones de hectáreas en Brasil, principalmente a causa de la extensiva ganadería de vacunos.
Se trata de recuperar la humedad en gran parte del país, afectada por la deforestación, la expansión agrícola y otras actividades humanas.
El cambio climático agrava la escasez de agua en un territorio más amplio, especialmente en el Semiárido que ocupa 100 millones de hectáreas en el interior de la región Nordeste y en el Cerrado, especie de sabana brasileña, que se extiende más 200 millones de hectáreas.
Además micropresas, las zanjas en curvas de nivel y otras formas de acopio de agua de la lluvia reducen la erosión que empobrece el suelo y sedimentan los ríos en Brasil.
Una modalidad de “barraginhas”, en general de tamaño menores, que también proliferan en Brasil son construidas al lado de las carreteras como forma evitar su erosión.