Arte y Cultura

Gerry Weil: “El secreto es mantener la visión del niño eterno”

Por: Eduardo Chapellín

Decir Maestro (así, en mayúscula) a cualquier individuo, nunca debería ser a la ligera. Por eso cada vez que veíamos al Maestro de jazz venezolano, Gerry Weil, esa palabra la pronunciábamos (y pronunciamos) con orgullo.

Cuando su hijo Gerhard Weilheim informó por su red social Instagram, sobre el fallecimiento a los 85 años, la infausta noticia conmovió al mundo musical nacional e internacional. No era para menos: primero como músico creativo; y segundo como profesor de piano y armonía de varias generaciones de pianistas; marco por 68 años a mucha gente.

Weil, nacido en Viena, Austria, emigró a Venezuela en 1957, donde comenzó su educación musical formal a los 17 años; para el mundo artístico fue considerado un hombre cuyo legado trasciende décadas, ritmos, fusiones y géneros, en una conjunción de tres conceptos disímiles: Austria, jazz y Venezuela, donde desde entonces Gerry Weil es conocido como “el Maestro del jazz venezolano”.

Son 17 discos, más varias colaboraciones, son parte de la prueba física de su presencia. Su álbum debut, El Quinteto de Jazz de Gerry Weil (1968), compila versiones de algunos de sus influyentes y asoma sus primeras composiciones, como Expressions No.1: un jazz ácido impregnado por la psicodelia hippie del momento.

El Mensaje (1970), con sonido más depurado, reúne seis temas propios que bien pueden definirse como un rock en formato big band. Y en el cénit de aquel momento creativo, de ese quinteto surge una de las agrupaciones con el sonido más vanguardista de la época: La Banda Municipal y un último trabajo denominado Gerry Plays Bach.

En 2008, Gerry Weil fue galardonado con el Premio Nacional de Música y en 2009 recibió la Orden al Mérito de la República de Austria. En 2020, lanzó su álbum Sabana Grande, coproducido y grabado por Alfredo Guerrero, con el cual ganó un premio por su canción Ananda. Este talentoso músico austriaco-venezolano dejó una huella imborrable en el mundo del jazz, en el que destacó como pianista, compositor, arreglista y educador.

En 2019, celebró sus 80 años de vida con un concierto junto a la Simón Bolívar Big Band Jazz, dirigida por Andrés Briceño. En este encuentro no solo ofreció un espectáculo de gran calidad, sino que abrió las puertas para el contacto con los músicos de El Sistema.

Nuestra relación Gerry surgió hace casi cuatro décadas, cuando lo escuchamos por primera vez en un concierto en la Casa Rómulo Gallegos (Celarg) en Caracas y enseguida enganchamos con su forma particular de fusionar jazz con música venezolana.

Luego nació una relación de amistad, que creció cuando lo vimos surfear en un Mundial de Surf efectuado en Río de Janeiro, Brasil. Fue como delegado por Venezuela y para ver a su hijo Gerhard “partir olas” en la categoría tabla larga. Ojo, también practicó karate do.

Quizás su presencia musical se hizo más fuerte cuando, aparte de sus conciertos normales, creó lo que él denominó “Navijazz”, en la que por más de una década, compartió con artistas de distintos géneros (inclusive ska y hip hop), mostrando “cómo la música es la máxima expresión del amor universal”, tal como el comentó en entrevistas y presentaciones.

En su repertorio nuca faltaron temas populares de su autoría, como La Revuelta de Don Fulgencio con arreglos, Canta un Ángel, El Viejo Puente de la Pastora Caracas a las Once. Particularmente nos gustaba una canción que hizo en homenaje al también destacado músico y revolucionario musical en eso de mezclar rock y pop con música venezolana, en especial la percusión afrodescendiente: Vytas Brenner. El tema Vytas estaba cargado de ese amor que tanto profesaba Gerry.

SIEMPRE CON AMOR

El año pasado durante su última rueda de prensa para otra edición de “Navijazz”, ofreció otra cátedra de música, amor y solidaridad ante varias preguntas y entrevistas personales.

Una palabra que utilizó mucho fue la de improvisar, que siempre fue una constante en el crecer musical de Gerry, quien a pesar de sus 84 años en ese momento, recordó que recalcaba siempre a sus alumnos o músicos que lo acompañan o no, “la necesidad de la improvisación, pero esta no se da con todo tipo de música, sino en especial en géneros musicales provenientes de este gran continente (americano), de esta gran opción de culturas que se presta para esta necesaria improvisación”.

“Siempre tomo para mis discos y mis espectáculos lo que suene bien, en especial los mensajes de amor que surgen de culturas vinculadas, como te dije, a la improvisación. Pero en nuestro caso, tiene el toque íntimo y con amor muy venezolano”. señaló sonriente.

A pesar de pasar de las ocho décadas, nunca le faltó esa energía que mucha gente menor quisiera tener: “Lo que siempre digo: inhalar, sonreír; exhalar, sonreír. Siempre lo hago”.

“Tengo 84 años, pero me siento de 17. El secreto es mantener la visión del niño eterno, no perder la autenticidad y la espontaneidad”, recalcó.

Como siempre ha dicho desde hace décadas, sus espectáculos no son largos, “porque de lo bueno poco, pero dado con todo el corazón, con toda la intención de amor, de sembrar felicidad y bienestar a la humanidad, que está en una terrible crisis planetaria. Y todo gesto musical puede ser importante e influyente para que esta crisis se transforme en algo positivo. Mis espectáculos son la celebración a la vida”.

Y no solamente Weil es conocido por una fiel fanaticada, sino por muchos músicos que pasaron y pasan por su apartamento en la caraqueña Sabana Grande, donde hace más de tres décadas es su bunker para sus clases.

Por el estudio de este maestro austríaco venezolano pasaron gente reconocida como Ilan Chester, Yordano, Luis Perdomo, Aquiles Báez, Evio Di Marzo, Prisca Dávila y Horacio Blanco, entre otros.

Y no sólo de Caracas, sino que vienen desde varios rincones del país: “Hay mucho, mucho talento en esta hermosa Venezuela”.

“Una de mis metas principales es entusiasmar al alumno y crear en el un amor y una pasión por la música que no se le quite nunca, que nunca la pierda”, señala como uno de los puntos más importantes de su decálogo existencial.

Y como se puede apreciar en los nombres citados, no todos son de la música citada: “Yo he dado clases a tres generaciones porque hay señores mayores, así como yo que han sido alumnos míos y en este momento tengo unos cuantos muchachos del ambiente pop, ska, de los chamos de 16 ó 17 años estudiando conmigo, pero además está la generación del medio que cuando empezaron conmigo tenían tenían también 16 o 17 años”.

“Han venido a estudiar violinistas como Cheo Lubo que se han entrenado con el violín en el jazz, han tomado todo el curso; además música de la salsa, entre ellos pianistas que han tocado con Oscar D’León. Son muchos”, agregó esa vez.

Dejó sentado que con este método, “he desarrollado continuas investigaciones y estudiando yo mismo con mis alumnos. Ya para esto hace fata tener la humildad para querer aprender también de tus alumnos”.

Recalcó que algo que siempre le incomodaba, “es que en los últimos años falta la crítica, ya no se publica crítica post concierto. Hace mucha falta para uno crecer como músico”.

Se molestaba cuando le hablaban mal de Venezuela, “porque es el mejor país del mundo. Mis conciertos son gestos alegres para fomentar la hermandad en esta hermosa nación”.

Como señalamos sus “Navijazz” siempre contaron con un público ávido de ver cada año una nueva propuesta llena de agradables sorpresas. Esto lo hizo reflexionar: “Es producto de lo inevitable, ya que siempre es un mensaje de amor que no puede perderse y la gente lo siente así. Y además siempre viene renovado y siempre será un profundo agradecimiento al público”.

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