Descarbonizar ahorraría 21 000 millones de dólares anuales en América Latina
Información IPS Venezuela
Además de ser una necesidad ambiental incluida en el Acuerdo de París, descarbonizar las redes eléctricas en América Latina podría ser mucho más beneficioso desde el punto de vista económico que seguir apostando a los combustibles fósiles.
Un estudio que comparó en 10 países de América Latina los costos de generación eléctrica a partir de combustibles fósiles versus la estimación de la inversión requerida para la transición a energías renovables, halló que con esta última podrían ahorrarse alrededor de 21 000 millones dólares anuales en toda la región.
El estudio, publicado este mes en Next Energy, encontró que los países que más dependen hoy de combustibles fósiles para generar electricidad, como México y Bolivia, podrían ahorrar hasta 3 % de ingresos gubernamentales al hacer la transición a las energías renovables.
Otros, como Costa Rica y Uruguay, con altos niveles de integración de energías renovables ya alcanzados, experimentarían ahorros más modestos, pero aún considerables.
Además de los países citados, la investigación incluyó a Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú.
Porcentajes del PIB que cada país gastará anualmente para mantener la generación existente de combustibles fósiles frente a descarbonizar la red eléctrica. PIB = producto interno bruto. Fuente: Decarbonization pathways in Latin America: Assessing the economic and policy implications of transitioning to renewable energy sources
Bernardo Gilardoni, especialista en sistemas solares y docente en la Fundación Universitaria de Oficios de Córdoba, en Argentina, quien no participó en la investigación, dijo a SciDev.Net que no se sorprendió al leer los resultados del estudio.
De hecho, considera que los beneficios económicos podrían ser aún mayores. Al respecto, señala que los autores hacen sus estimaciones económicas considerando el almacenamiento de toda la energía renovable producida, y no toman en cuenta que una fracción de esa energía puede ser consumida en tiempo real, sin necesidad de almacenarla para el futuro.
“Dado que la incidencia del almacenamiento en los costos totales es tan importante, este punto merecería ser estudiado con más detenimiento. Sólo para dar una idea de su incidencia, en sistemas fotovoltaicos aislados destinados a uso residencial, el costo de las baterías (usadas para almacenar la energía) suele superar al del resto del sistema”, destaca Gilardoni.
Thomas Stringer, autor del estudio, junto con Monserrat Ramírez-Melgarejo –ambos integrantes de la Facultad de Ingeniería y Ciencias del Instituto Tecnológico de Monterrey, en México–, considera que el aspecto más importante de la investigación es haber logrado cuantificar el costo económico de la descarbonización de las redes eléctricas en la región.
Al ser consultado por SciDev.Net sobre qué aspectos de la política energética deberían lograrse para alcanzar ese cambio, teniendo en consideración las particularidades de cada país señaló: “Es esencial que los gobiernos fomenten un marco regulatorio que permita la inversión en infraestructuras de energía renovable, garantice la seguridad energética y promueva la colaboración público-privada”.
Añadió que los países con una participación significativa del sector público, como México, deberían aprovechar esa ventaja para capturar los beneficios económicos directos de la transición hacia energías renovables.
“Es esencial que los gobiernos fomenten un marco regulatorio que permita la inversión en infraestructuras de energía renovable, garantice la seguridad energética y promueva la colaboración público-privada”: Thomas Stringer.
Marianela Bornancin, especialista en Energías Renovables del Instituto Nacional de Tecnología Industrial en Buenos Aires, comenta a SciDev.Net que, tal como advierte el estudio, generalizar en materia energética en la región es difícil, ya que cada país tiene sus particularidades.
Como ejemplo, menciona que, en Argentina, según datos del inventario nacional, las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el sector eléctrico representan 13,1 % mientras que globalmente ascienden a 39 %.
“Hay que tener en cuenta que nuestra matriz energética primaria está compuesta principalmente de gas natural lo que la hace más “descarbonizada” que otras que utilizan otros combustibles”, explica.
Asimismo, Bornancin menciona que un punto importante a considerar es el estado de las líneas de distribución eléctrica.
“En Argentina, el sistema de transporte de energía está totalmente colapsado. Eso dificulta la viabilidad de nuevos proyectos de energías renovables, a pesar de la gran capacidad existente para generarlos, porque ¿quién se hace cargo de la inversión requerida para fortalecer las líneas de transmisión?”, reflexiona.
“Podemos generar mucha energía solar, que está básicamente en el norte del país; también podemos generar mucha energía eólica, que está en el sur. Pero los centros urbanos que demandan mayor electricidad están principalmente en el centro del país (Buenos Aires, Rosario, Córdoba, entre ellos) y para hacérsela llegar hay que transportarla, lo que demanda mucho dinero. Entonces, a nosotros la ecuación económica se nos hace muy diferente a la de otros países”, señala.
Para Stringe, el cambio hacia la descarbonización debe estar guiado por algunas claves.
“Es crucial fomentar políticas públicas que incentiven la inversión en infraestructuras renovables, así como facilitar el acceso a financiamiento internacional; mecanismos como bonos verdes o asociaciones público-privadas pueden proporcionar los fondos necesarios para construir infraestructuras de energía limpia. Además, es importante aumentar la cooperación regional y compartir mejores prácticas en políticas energéticas”, enumera.
Desde otra perspectiva, Ariel Slipak, coordinador del Área de Investigaciones de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, dice a SciDev.Net que la investigación resulta sumamente valiosa, porque expone diferentes senderos de viabilidad económica para países latinoamericanos en la salida de las energías fósiles.
No obstante, advierte que en muchos casos la concreción de esa salida se ve obstaculizada por otros factores, como el accionar de las grandes potencias, que trasladan proyectos de extracción e infraestructura de hidrocarburos desde sus territorios hacia los países menos desarrollados.
En Argentina, uno de ellos es el proyecto del Oleoducto Vaca Muerta Oil Sur, que pone en riesgo el entorno costero del golfo San Matías y península Valdés, Patrimonio de la Humanidad declarado por Unesco, un área sumamente rica en biodiversidad que resulta única en el mundo por la visita estacional de la ballena franca austral entre otras especies. Este proyecto amenaza, además, una de las mayores actividades económicas de la región representada por el turismo.
”En ese camino, los bancos y agencias de seguro prolongan la vida útil de la maquinaria y equipos ligados a la extracción de fósiles, cometiendo el error de asumir importantes riesgos, que deberían ser trasladados a las primas y los costos de los proyectos, tanto por la fuerte oposición genuina de las comunidades afectadas, como así también por el riesgo de obsolescencia de la propia infraestructura que propenderá a convertirse en activos varados”, agrega Slipak.
Y añade que el estudio mencionado trae sin embargo otra ineludible reflexión. “En el necesario camino de la desfosilización global de la economía, ¿soporta el mundo la capacidad de carga de un mayor ritmo de extracción de minerales como el litio, cobre, cobalto, níquel y manganeso?”, se pregunta.
En esa misma dirección, Gilardoni resalta que, si bien el estudio versa sobre el reemplazo de fuentes fósiles por fuentes renovables, “llama la atención la escasa atención que parece prestársele a la eficiencia energética”.
“El trabajo expone claramente la estéril carrera entre la penetración cada vez mayor de energías renovables versus el aumento desmedido de la demanda energética. Sólo a través de un esfuerzo sostenido para incrementar la eficiencia energética es posible ralentizar tal proceso de crecimiento sin fin; recordemos que la energía más barata y menos contaminante es aquella que no se consume”, resalta.