Héctor Puche: «El maravilloso agave cocui muestra que el cocuy es algo más que alcohol»
Lo primero que aclaramos con Héctor Puche fue el asunto del nombre. ¿Por qué en el título de su documental aparece con i latina cuando siempre hemos leído la palabra “cocuy” con y griega? Él nos explica que se trata de una diferencia terminológica: cocuy es el licor y cocui es la planta, y de eso justamente trata su película: es un retrato de la relación del ser humano con la naturaleza.
En El maravilloso agave cocui, Puche, de la mano con el productor Miguel Ángel Pérez, da voz a las mujeres y los hombres que han heredado el oficio ancestral de cultivar y procesar la planta de Agave Cocui en los estados Lara y Falcón y son albaceas de una historia de sabiduría, persecución, resistencia y esperanza.
Es un documental financiado por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) y que actualmente está recorriendo las salas de cine de todo el país. Quisimos saber más sobre el documental, así que nos sentamos a hablar con su hacedor.
—Hiciste El reformador, Todo por la taquilla… y ahora un documental. ¿Cuál es el Héctor Puche que estamos viendo?
—Es el mismo; son los mismos intereses, solo que son dos formas de contar distintas. La ficción es un elemento muy llamativo para cuando estás comenzando, pero necesita de muchos recursos que no siempre están disponibles. El documental me permite liberarme del entramado de producción de la ficción. Otra cosa que descubrí es que todo es una ficción. Es decir, que es muy difícil generar una visión muy distanciada de tu visión personal. Ambos procesos los amo. Es más, yo creo que me nutro mucho de uno o del otro. En Todo por la Taquilla hay muchos elementos documentales, tanto en una cámara que se mete en un lugar donde nadie la invitó como de personajes que se mueven de un espacio a otro para buscar veracidad sin que sea un montaje. Otra cosa que me di cuenta es que en mi trabajo hay un retorno recurrente hacia lo árido, hacia aquello que está siempre como seco, distante de la abundancia aparentemente, y que en esos lugares, cuando suscita el amor, sea a través de una planta o de cualquier cosa, es muy luminoso. Entonces, es como ver la luz en los lugares donde hay poca luz. En el caso de este documental, me adentro en el semiárido, donde la gente vive en esos lugares tan distantes y de dificultosa energía.
— ¿Cómo nació tu interés en el tema y cómo fue el camino hasta llegar a prender la cámara?
—El camino comenzó a finales del 2010, cuando un producto etílico llamado cocuy inundaba Caracas. Además, yo vengo de Trujillo y ese semiárido siempre está en el tránsito hacia Caracas. Siempre fantaseé sobre ese lugar cuando iba en el autobús. Además, Miguel Ángel Pérez, el productor de la película, es de Lara, y siempre tuvimos un intercambio en torno al cocuy y sobre todas las cosas un montón de preguntas; ¿de dónde viene?, ¿de qué es? Entonces, nos dimos cuenta de que aquello que tomábamos en esa década nunca fue cocuy, sino un aguardiente que se hacía pasar por cocuy. Aparecieron cosas interesantes, nos dimos cuenta que eran procesos ancestrales, que la historia de ese cocuy tenía altibajos y persecución. Entonces me dije, bueno, aquí hay claramente una buena historia para contar.
—¿Cuáles crees tú que son los grandes descubrimientos de esta película?
—Aquí la protagonista es la planta. En Lara y en Falcón, que son los territorios más cercanos geográficamente a los epicentros donde se produce, hay mucho desconocimiento. ¿De dónde proviene el cocuy? ¿De qué está hecho? Y bueno, si eso sucede allí, ¿cómo será para los que estamos mucho más distantes, en Caracas, por ejemplo? Que Caracas se convirtió en una suerte de receptáculo de esa bebida. Así que creo que todo lo que está contenido en esa película son cosas que el público no conoce. Los procesos históricos, los procesos manuales, artesanales, la historia de los campesinos en resistencia para poder subsistir en esos espacios, bueno, hacen de eso una gran historia. Creo que el público en estos momentos, después de haber tenido un año en festivales y algunas muestras muy específicas, coincide en que es una gran experiencia lo que vivió, y que les amplió la posibilidad de reencontrarse en esa historia como venezolanos y como amantes de la vida.
—¿Cuál es la Venezuela que cuenta el cocui a través de tu película?
—Cuenta una Venezuela rural, amorosa, resiliente, convencida de que dentro de ella están los cimientos para el resurgir; que la relación con la naturaleza es de las cosas más poderosas que tenemos porque son nuestros recursos naturales los que nos sostienen, desde los intangibles como la energía hasta los tangibles como las plantas.
—La has presentado en las comunidades donde filmaste. ¿Qué te han dicho?
—Lo más emocionante es que ellos se identifican. Lo otro que dicen es que la película los representa porque contamos parte de esa historia que es la voz colectiva de mujeres y hombres que tienen en el cocuy su modo de vida. Salen muy agradecidos, sonrientes, de verse allí. Ahora, cuando uno sale un poquito del territorio se consigue con otras respuestas de gente para quien todo eso es nuevo, y perciben historias más allá de un título que es el nombre del producto que conocen.
—¿Qué recorrido tiene pendiente la cinta?
—Ahora nos tocaría el Oriente del país, porque ya tocamos bastante Occidente. Después entrar en los circuitos fuera de la sala, que son muchos más importantes. Entramos a universidades, a centros de estudio sobre lo audiovisual, lo científico, lo gastronómico, lo histórico… y sobre todo a la discusión, porque la película permite la reflexión en torno a lo que está pasando adentro y lo que está pasando afuera del contexto cocuyero, es decir, desde lo cinematográfico y desde la relación con el país.