Venezuela colocada a las puertas de un cambio político
CORTESÍA DE IPS VENEZUELA
El regreso de quienes debieron migrar empujados por la inclemente crisis de Venezuela durante los últimos años, ha sido uno de los reclamos más sentidos en las marchas electorales. De 21 millones de inscritos en el padrón electoral, unos 4,5 millones no podrán votar por encontrarse en el extranjero y haberse obstaculizado su sufragio en los países de residencia. Imagen: Comando PUD
Venezuela se encuentra a las puertas de un probable cambio de rumbo político, con una elección presidencial el domingo 28 en la que se juega el fin, o la permanencia hasta más allá de 2030, del tipo de gobierno populista, de izquierda y crecientemente autoritario que ha tenido durante un cuarto de siglo.
El presidente Nicolás Maduro, de 61 años y heredero del fallecido líder Hugo Chávez, quien gobernó entre 1999 y diciembre de 2012, busca reelegirse para un tercer sexenio (2025-2031), pero, como nunca antes, la oposición exhibe una mayoría en las calles y en las encuestas en favor de su candidato, Edmundo González, de 74 años.
“Sí, estamos en presencia de una avalancha de votos, y es enorme. Nuestros números arrojan 63 % de intención de voto para González y 21 % para Maduro”, dijo a IPS el encuestador Ricardo Ríos, presidente de la firma consultora Poder y Estrategia.
De otras 10 encuestadoras con tradición, nueve atribuyen a González una intención de voto entre 55 y 70 %, solo una presenta vencedor a Maduro (con 52 % versus 21 % de su oponente), y otros ocho aspirantes –todos hombres- obtienen porcentajes minúsculos, por debajo del error atribuible a la muestra en ese tipo de estudios.
“Es como el despertar de un país que estaba medio dormido y que ahora muestra que un cambio no solo es deseable sino posible mediante el voto, y con una unidad de la oposición que es como en Fuenteovejuna, todos a una”: Carmen Beatriz Fernández.
“Donde hay más diferencias es en el estimado de participación, pero todo hace prever que va a ser muy alta y reflejará lo que muestran las encuestas y las movilizaciones”, comentó a IPS la analista política Carmen Beatriz Fernández.
En las concentraciones de Maduro hay mayor despliegue de recursos y ha combinado las ofertas para cada región que visita, si es reelegido, con puestas en escena en las que canta, baila, trota o conduce un autobús –su oficio hace más de 30 años- para mostrar que está en plenitud de condiciones.
González, un diplomático retirado, de hablar pausado y gestos contenidos, acudió a contados actos de masas, mientras que la popular líder opositora María Corina Machado (56), su principal apoyo, congrega enfervorizadas multitudes en los recorridos y concentraciones que la tienen como protagonista.
Para Fernández, también docente en la española Universidad de Navarra “es como el despertar de un país que estaba medio dormido y que ahora muestra que un cambio no solo es deseable sino posible mediante el voto, y con una unidad de la oposición que es como en Fuenteovejuna, todos a una”.
Venezuela, de unos 28 millones de habitantes, pues 7,7 millones han emigrado -la mayoría en los últimos 10 años- según cifras de las Naciones Unidas, tiene un padrón electoral de 21,3 millones, pero todos los análisis descuentan al menos 4,5 millones de votantes que no podrán sufragar porque están en el exterior.
La boleta electrónica con la que sufragarán los venezolanos el domingo 28, oprimiendo el rectángulo de su preferencia. Las organizaciones que respaldan al presidente Nicolás Maduro tienen una ubicación ventajosa respecto de otros nueve aspirantes, entre los cuales el favorito de las encuestas es el opositor Edmundo González. Imagen: CNE
Crisis y cambio
Debajo del manto de cifras las encuestas -prohibidas por la legislación electoral desde una semana antes del sufragio- han detectado un fuerte deseo de cambio, al cabo de años de sufrimiento por la prolongada crisis social y económica, de la cual la migración ha sido la expresión más visible, sobre todo en los países vecinos.
En ocho de los últimos 10 años el producto interno bruto (PIB) perdió casi cuatro quintas partes, la producción petrolera cayó a un cuarto de la de 2013, el valor de la moneda se licuó, durante cuatro años hubo hiperinflación (130 000 % en 2018), los servicios públicos se desmoronaron, y los salarios son los más bajos de América Latina.
El país parece poblado de historias como la de Nancy G., dos hijos, antigua cocinera en un restaurante, 50 años, dos hijos adultos, votante del oficialismo, que emigró a Colombia con su esposo, y “como no nos fue bien, regresamos y montamos un pequeño puesto de comidas” en un cruce vial al este Caracas.
Pero “lo que invertimos allí lo perdimos, entre la mala situación (de ingresos) de la gente y el suministro del gas, no me vendían bombonas (cilindros) porque dejé de ser chavista. Lloro por mis hijos, uno en Ecuador y otro en Perú. Ellos dicen que si hay cambios se regresan el día 29” de julio, narró a IPS.
Encuestadores y analistas han coincidido en que en medio de su sufrimiento, la población siente y expresa un deseo de cambio, lo que explica la masiva asistencia a la elección primaria que hicieron los principales grupos de oposición en octubre de 2023, y a las marchas en la breve campaña para la elección del 28 de julio.
“El deseo de cambio es muy vehemente. Sobre todo en el interior, porque Caracas es una burbuja donde algunos servicios públicos como agua, electricidad o expendio de gasolina funcionan medianamente, pero en el resto del país marcan una herida muy profunda, una factura que la gente va a pasar el 28 de julio”, dijo Ríos.
Una marcha opositora al cierre de su campaña en la ciudad de Maracaibo, en el occidente de Venezuela. Las entusiastas manifestaciones callejeras en apoyo de los dos principales candidatos a la presidencia marcaron la breve campaña este julio. Imagen: Comando PUD
Los analistas concuerdan en que cualquier resultado que se acepte traerá un cambio.
Un triunfo claro de Maduro validaría su reconocimiento por Washington y otros gobiernos que le han castigado con sanciones económicas desde su no reconocida elección de 2018. Y el oficialismo debería abordar con nuevas propuestas y figuras la inmensa deuda social acumulada y flexibilizar su trato a la oposición,incluyendo el tema de los presos políticos.
Con una victoria opositora no solo perdería el poder la corriente que lo ha detentado durante 25 años, sino que se daría un giro hacia la economía de mercado, reforma de las instituciones y programas gubernamentales, liberación de detenidos políticos y alineamiento internacional con las democracias occidentales.
La primaria de la oposición la ganó Machado, de derecha liberal, con 92 % de apoyos, pero no pudo inscribir su candidatura porque su inhabilitación para ejercer cargos públicos, el árbitro electoral rechazó a otros aspirantes de la coalición opositora y, en una decisión de último minuto, permitió a González, quien se había inscrito como candidato y resultó ser el tapado opositor.
Maduro y su Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) tienen en sus manos todos los poderes nacionales, con el declarado respaldo de la Fuerza Armada, mientras que el arbitral Consejo Nacional Electoral (CNE) tiene mayoría oficialista y sus disposiciones han inclinado la balanza en favor de la corriente en el poder.
“La oposición está jugando con la cancha muy inclinada en su contra”, observó Fernández. “Puede verse en las medidas para restringir el voto de venezolanos en el exterior, para que los opositores puedan desplazarse por el país para hacer campaña, o en el despliegue de recursos publicitarios solo por parte del oficialismo”, agregó.
El presidente Nicolás Maduro en un mitin en el que recibió el respaldo de trabajadores petroleros. Su advertencia de que en el país podría haber «un baño de sangre» si gana la oposición concitó un reclamo en favor de la alternabilidad por parte del presidente del vecino Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Imagen: Comando Psuv
¿Qué pasará?
En Venezuela se sufraga con máquinas y el escrutinio es automatizado. Por contraste con ese rasgo de seguridad en el proceso, las denuncias de fraude dominan el debate –más que las ofertas de campaña- entre los actores políticos.
La oposición teme que el oficialismo haga fraude, en las mesas de votación aisladas a donde no puedan llegar testigos opositores, mediante algún apagón u otro recurso en la totalización de votos, o con alguna maniobra judicial que altere el proceso.
El oficialismo acusa a la oposición de preparar un escenario, con un centro de cómputos clandestino, falsas encuestas a boca de urna y el apoyo de medios de comunicación internacionales, para “cantar fraude” apenas tenga certeza de que los resultados favorecerán Maduro y así lo anunciará el CNE.
Esas denuncias muestran, hacia el 28 de julio, la profunda desconfianza, falta de diálogo y de acuerdos mínimos entre los contendores, y presagia una dura confrontación postelectoral.
Maduro ha dicho que, una vez que se anuncie su triunfo, actuará con mano dura para evitar que se altere la paz del país. Machado y González, también segura de la victoria, convocan a los votantes a mantenerse vigilantes ante los centros de voto.
Si González ganase, de acuerdo con la Constitución venezolana deberá esperar hasta el 10 de enero de 2025 para tomar posesión, con un largo período de transición y posibles negociaciones con el Ejecutivo, la Asamblea Nacional legislativa, en manos del Psuv, y el Tribunal Supremo de Justicia, afín al oficialismo.
Una incógnita para todos los analistas estaría en la conducta de la Fuerza Armada, cuyos altos mandos emiten declaraciones alineadas con las del presidente. En la eventualidad de que se produzcan manifestaciones opositoras, algunas fuentes creen que mandos medios rechazarían acudir a reprimirlas.
González y Machado han descartado en sus discursos que se propongan una “cacería de brujas” cuando lleguen al poder, y prometido un gobierno de reconciliación y una transición democrática.
El oficialismo sostiene que si la oposición triunfa sobrevendrá el caos. “Habrá un baño de sangre” en el país, dijo Maduro.
María Corina Machado y Edmundo González durante un mitin de campaña en el oriente del país. La líder de la oposición fue vetada por las autoridades para ser candidata y volcó su respaldo al diplomático retirado, quien ha ofrecido un gobierno de reconciliación y una transición pacífica. Imagen: Comando PUD
Reflectores internacionales
Desde Brasilia, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien fue aliado de Chávez y de Maduro, se declaró “asustado” por la declaración, pues “una elección lo que produce es un baño de votos”.
Agregó que “Maduro tiene que aprender: cuando ganas, te quedas; cuando pierdes, te vas”. De modo similar se expresó otro aliado, el expresidente argentino Alberto Fernández (2019-2023), quien acudió a Venezuela para presenciar la elección.
Con apoyo de Lula, el presidente colombiano Gustavo Petro propuso hace un par de meses que se pactase un acuerdo de reconocimiento de los resultados con compromiso de no liquidar políticamente al contrario y asegurar una transición tranquila. Hasta ahora no se han visto sus resultados.
Estados Unidos, aunque las relaciones diplomáticas están rotas con Caracas, ha sostenido diálogos y acuerdos muy reservados con el gobierno de Maduro, a la vez que mantiene sanciones sobre autoridades civiles y militares, y empresas estatales.
A esos acuerdos se atribuye que los poderes en Venezuela hayan permitido la primaria opositora y la participación de la coalición opositora Plataforma de Unidad Democrática en la elección presidencial, aunque vetasen a Machado.
La reelección de Maduro puede verse como una victoria de las corrientes de izquierda que sustentan en la región los gobiernos de Bolivia, Cuba y Nicaragua, así como de sus principales aliados extrarregionales, Rusia, China, Irán y Turquía.
Una victoria de González y su gobierno pueden desmontar los esquemas estatistas en la economía y el control partidista de las instituciones. Las corrientes políticas de centro y derecha en la región se harían con una importante plaza, y Venezuela regresaría al dispositivo geoestratégico de Washington.