Apuntes sobre la carpintería venezolana. Muebles del período republicano
La adopción del estilo Neoclásico por los carpinteros venezolanos del siglo XVIII fue un fenómeno tardío que supuso la ruptura técnica y estética con la tradición Rococó, pasando de lo curvilíneo a lo rectilíneo. Los muebles se decoraron con marquetería de maderas preciosas sobre tableros de cedro amargo, una técnica que no había tenido difusión en Venezuela hasta ese momento.
En cuanto al aspecto formal y los acabados, se incorporaron juntas y uniones de madera similares a las usadas por los ebanistas del norte de Europa. En cuanto a los herrajes, se comenzaron a emplear aleaciones de bronce o latón que sustituyeron el hierro.
Pese a la adopción del estilo clásico, muchos carpinteros continuaron trabajando a la vieja usanza hasta bien entrado el siglo XIX, por ello se han encontrado piezas con características híbridas.
El ebanista destacado del clasicismo temprano fue Serafín Antonio Almeida, quien en 1799 fue comisionado para completar el coro de la Catedral de Caracas.
Luego de la independencia se rompieron los vínculos con España, y se abrió el mercado a otros países, iniciando el intercambio comercial con Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda, Estados Unidos e incluso China, que se convirtieron en proveedores de muebles y otros bienes manufacturados.
A partir de la tercera década del siglo XIX se asentaron en el país carpinteros extranjeros, quizás atraídos por la oportunidad de ejercer su oficio en un país carente de mano de obra calificada.
“Los maestros extranjeros que llegan a Venezuela después de la guerra de independencia encuentran a un país en busca de su identidad, en este caso de un lenguaje formal propio que se adapte a la nueva realidad sociopolítica y que, al mismo tiempo, sea capaz de representar los valores del cambio. Este proceso no es un fenómeno aislado, prácticamente en toda América Latina los dramáticos cambios políticos obligan a los artesanos a reformular el canon estético asociado al período hispánico para adaptarlo, mediante el empleo de un lenguaje formal diferente, a una nueva sociedad democrática y en teoría igualitaria”. (Rivas, 2007, p. 21)
Algunos de los artífices fueron los alemanes Johan Schriber, Frederick Hille, August Edward Clauningk, los suecos Peter Kilburg y N.B.P. Ulstrup; el curazoleño Nicolás Daal, los hermanos Mayoudom de origen francés, al igual que Francisco Verdier; y el estadounidense Joseph P. Whiting, quien introdujo la decoración con estarcidos dorados en Venezuela.
Señala Rivas que los maestros extranjeros residenciados en el país eran especializados, muchos de ellos silleros, acostumbrados a laborar en talleres de envergadura con las distintas fases de producción a cargo de diferentes grupos de operarios.
En talleres pequeños como los venezolanos no tenía sentido organizar la producción de ese modo, por lo que el carpintero se encargaba de todas las fases de la fabricación, sin importar la especialización que había forjado en su tierra natal.
En nuestros talleres decimonónicos sólo se empleaban herramientas manuales para elaborar piezas únicas o series cortas con productos de gran salida comercial como sillas y mesas. Cada artífice trajo consigo técnicas constructivas aprendidas en su país de origen, las cuales fueron desplazando las prácticas de la carpintería colonial local.
En cuanto a las tipologías, se halla un amplio abanico de muebles como sillas, escabeles, taburetes, bancos, sofás, butacas, butacones, escritorios, escaparates, mesas de todo género, estantes, costureros, camas, cómodas. Por cierto, hacia 1840 N.B.P. Ulstrup tuvo una fábrica de muebles en Caracas de la que se piensa salieron las últimas butacas que se conocen, hechas en caoba.
Para la manufactura de muebles se usó la caoba maciza con partes de cedro enchapado. Para las piezas más sencillas se empleó cedro macizo, así como mármol blanco o gris para los tableros de mesas y consolas.
También se usó la técnica de la parquetería con patrones geométricos, así como la técnica del embutido de trozos de maderas preciosas sobre un tablero de alguna madera maciza, formando dibujos. En este período también se introdujo el torneado policromado.
“Los acabados del mobiliario siguieron las tendencias impuestas desde el primer clasicismo: por lo general, se daba a la madera una terminación muy lustrosa –primero se oscurecía artificialmente con bicromato de potasio u otras tinturas, y luego se cubría con barnices densos y brillantes que empleaban en su confección mezclas de gomas y resinas vegetales-. Algunas veces, antes de aplicar las últimas capas de barniz, se podían hacer decorados con estarcidos dorados. Otros muebles estaban pintados al óleo con colores vivos, o bien con trampantojos imitando mármol u otro material noble. Las piezas más humildes simplemente se terminaban empleando aceites –generalmente de linaza- o cera de abejas mezcladas con algún solvente volátil para facilitar su aplicación”. (Rivas, 2007, p. 40)
La obra de carpinteros y ebanistas extranjeros en Venezuela durante ese período, es difícil de identificar ante la inexistencia de documentos que permitan relacionar las piezas con sus autores, puesto que los encargos eran principalmente privados, para el equipamiento de viviendas. Bajo el primer mandato de Antonio Guzmán Blanco fue que se requirieron los servicios de los carpinteros para los interiores de los nuevos edificios públicos.
En fin, el mobiliario republicano venezolano terminó siendo la expresión de una sociedad que se abría a la democracia y que emergía como nación independiente.
Finales del siglo XIX: Nace el movimiento artesanal
La historia del movimiento artesanal de la Venezuela liberada del imperio español se inicia a finales del siglo XIX, con la disolución de las formas organizativas gremiales, lo cual convirtió a los artesanos en una población con una muy débil o casi nula capacidad de respuesta ante los atropellos y arbitrariedades perpetradas por parte de las instituciones oficiales, las empresas y mercaderes del sector privado.
En 1893 el Ejecutivo decreta la creación de la Escuela de Artes y Oficios a nivel nacional, bajo la supervisión y administración del Colegio de Artesanos, que era una corporación de carácter oficial. Las escuelas de artes y oficios se ubicaban en cada capital de estado y en el Distrito Federal.
El lento avance de la industrialización, arrastraría a los artesanos hacia un nuevo tipo de relación con el sector económico. En ese proceso, los tallistas populares se vieron desplazados hacia una especie de “tierra de nadie”, puesto que ni eran académicamente calificados, ni formaban parte del Colegio de Artesanos.
La artesanía utilitaria es destreza manual asistida por herramientas simples para crear objetos mediadores entre el hombre y su entorno. La artesanía en madera se ha mantenido produciendo en Venezuela, diferenciando la tradicional, la autóctona y la de signo contemporáneo.
La tradicional, generalmente de origen campesino, presenta piezas que reproducen –a veces de manera serial-, la forma identificadora de la función que cumplen, a la vez que comunican estilos de vida relacionados con el paisaje en el que se desarrollan y con el sentido del mestizaje cultural.
“Por su parte, las artesanías autóctonas provenientes de nuestras etnias indígenas, materializan formas de pensamiento diferentes a la de la cultura criolla”. (Pérez, 2006)
Las artesanías de signo contemporáneo están ligadas a la dinámica urbana. Son elaboradas con técnicas diversas y no se suelen reproducir serialmente.
La carpintería, la ebanistería y la talla entran dentro de estas categorías para trabajar la madera como uno de los elementos más nobles de la naturaleza.
Una experiencia artesanal reciente ha sido la de Magdaleno, Ciudad Artesanal del Estado Aragua, incentivada desde los años sesenta del siglo XX por el empresario Eugenio Mendoza. A partir de 1993 hubo un aumento de artesanos carpinteros que exhibían sus mercancías en las principales calles de la localidad, como también se hace en Cabudare o Guadalupe, en el estado Lara.
El diseñador Jorge Rivas señalaba que “El mueble artesanal de Venezuela, son los restos que quedan de una tradición antigua de la ebanistería básica que trajeron los españoles en el S. XVI, y quedó muy poco, básicamente quedan como silleros o la gente que hace tinajeros y ese tipo de cosas, eso es lo único que quedó como artesanía tradicional (…), pero de todos modos se ha desarrollado un polo importante de producción de muebles y tienen un renombre y la gente va y compra sus muebles que son muy feos y muy malos, pero tienen unos precios accesibles. En el acabado, no tienen idea, no tienen la menor idea”. (Rivas, La influencia del diseño en la industria del mueble de Magdaleno, estado Aragua-Venezuela, 2002)
Carpinteros y ebanistas en el siglo XX
Fue fundamental el impulso que la actividad petrolera dio a la venida de inmigrantes especialistas en trabajos y oficios diversos, como mecánicos, plomeros, sastres, músicos, cocineros, y por supuesto, carpinteros.
La industria de la construcción se convirtió en un imán para el ascenso social de los inmigrantes, pues muchas veces los antiguos peones de obras fueron independizándose mediante el desempeño de pequeños trabajos vinculados a la industria como la carpintería, abriendo talleres para los sectores del mueble y la remodelación.
Resucitar y reinterpretar el mueble colonial
Escribió Carlos Duarte: “Hacia 1940, con el intento de revivir los estilos del pasado hispánico, varios ebanistas y tallistas españoles establecidos en Caracas, hicieron juegos, llamados ‘de corredor’, compuestos por cuatro o seis butacas y una mesa de centro, imitadas a la manera del siglo XVIII, pero con proporciones exageradas y teñidas de negro, de acuerdo al concepto de lo que se creía entonces era el prototipo del mueble hecho durante aquella época. Estos juegos, llamados entonces ‘de estilo colonial’, tuvieron mucha demanda por su comodidad y por la nostalgia del pasado, por lo que casi todas las casas y quintas de las urbanizaciones que entonces comenzaban a desarrollarse en Caracas como El Paraíso o La Florida, los tuvieron. Asimismo, fueron muebles ideales para las viejas casas de hacienda que se arreglaban entonces y con ellos se pretendió sustituir lo que la guerra de la independencia y el desprecio hacia el pasado había destruido”. (Duarte, 1999, pág. 12)
Diferente fue la valoración del mueble colonial desarrollado por Miguel Arroyo en el texto Muebles modernos para una casa colonial, escrito para la Revista A en 1954, en el que rindió testimonio sobre su proceso creativo para el amoblamiento de la casa de playa de Alfredo Boulton en Pampatar, estado Nueva Esparta, cuyo requerimiento fue crear “muebles modernos pero que armonizaran sin dificultad con el estilo de la casa; además debía yo emplear en su construcción materiales que fueran de uso corriente en Venezuela hasta principios de siglo –tales como esterilla, mármol, etc.- los que funcionarían perfectamente dentro del clima de esa región”. (Arroyo, 1954)
Entre 1950 y 1959 Miguel Arroyo diseñó más de cien muebles por encargo, tanto para particulares como para empresas. Mostró predilección por las maderas autóctonas, trabajadas magistralmente por el ebanista de origen canario Pedro Santana en la Carpintería Colectiva. Arroyo también hizo encargos a la carpintería y ebanistería La Nórdica, C.A. y en menor cantidad en la carpintería y ebanistería Curumo.
Las maderas fueron empleadas según sus texturas, grados de dureza y color, y en ocasiones combinadas con otros materiales como el metal, el mármol y la fórmica, confiando la ejecución a los mejores artesanos disponibles. (Pérez, Miguel Arroyo, pionero del diseño de mobiliario moderno venezolano, 2020)
La Carpintería Gunz
Getrud Goldsmith, conocida como Gego, es una artista plástico venezolana de origen alemán que se graduó como ingeniero arquitecto en Stuttgart y llegó a Venezuela en 1939, a los 27 años de edad.
Se casó en Caracas con Ernest Gunz, con quien abre la “Carpintería Gunz”, como empresa familiar con la que diseña y fabrica lámparas y muebles, “dando empleo hasta a media docena de carpinteros”. (Gómez, 2006)
El momento estelar del taller de ebanistería se produce durante su participación en la Feria Industrial de El Paraíso, un festival de industrias y comercios de los años cuarenta, ambientado al estilo Art Decó de Caracas. En esa época, las importaciones se habían paralizado por la guerra y en el país se necesitaban muebles que intentaron fabricar en serie, lo que resultó un trabajo muy duro.
Luego del cierre de la carpintería, Gego se dedicó a la docencia y a su obra artística.