Pueblos andinos de Perú “reviven” el agua que la crisis climática les quita
Información IPS Venezuela
“El mundo rico ha causado el cambio climático que está secando nuestras fuentes de agua y acá estamos nosotros poniendo todo a nuestro alcance para recuperarlas porque si no, nos morimos”, afirma Juan Hilario Quispe, presidente de la comunidad campesina de Muñapata, a algo más de 50 kilómetros de la ciudad imperial peruana de Cusco.
Ubicada en Urcos, uno de los 12 municipios de la provincia cusqueña de Quispicanchi, la comunidad está en continua lucha frente a la permanente escasez de agua, uno de los impactos más devastadores de la crisis climática para quienes tienen atada a la agricultura su subsistencia.
El Perú, con 33 millones de habitantes distribuidos en su franja costera, la Amazonía y la zona altoandina, es uno de los países con mayor vulnerabilidad al cambio climático y dentro de su territorio Cusco, el departamento conocido mundialmente por ser cuna del imperio inca.
En Cusco la población es cercana a 1,4 millones y casi 40 % de ella habita en zonas rurales donde la agricultura familiar es una de las principales actividades económicas y la falta de agua constituye una amenaza directa a sus medios de vida.
“Antes cuando no llovía por los veranillos, los niños implorábamos a Dios para que nos mande el agua de los cielos y venía la lluvia, pero ahora es diferente, el clima ha cambiado y no hay ruego que valga”, dice Quispe a IPS en el local comunal de Muñapata, situada sobre los 3100 metros sobre el nivel del mar.
Perú posee 68 % de los glaciares tropicales del planeta, de los cuales ha perdido más de la mitad en los últimos 60 años debido al cambio climático. Los ubicados en Cusco han sido de los más afectados.
Además, el surandino Cusco vive una severa sequía desde hace dos años y agravada por el Fenómeno El Niño, que a su vez intensifica su presencia por la crisis climática global.
Mujeres y hombres de la comunidad de Sachac, ubicada en el municipio peruano de Urcos, en las alturas andinas de Cusco, se organizaron para realizar faenas comunales de más de ocho horas al día con la finalidad de abrir zanjas de infiltración, dentro de las obras de siembra y cosecha de agua, con las que revertieron la ausencia de lluvias que les golpeó desde 2021 y hasta fines de noviembre de este año. Imagen: Cortesía de Marco Arango
Ante esta palpable realidad, la población de Muñapata decidió protagonizar el rescate de sus fuentes hídricas a través de la recuperación de prácticas ancestrales quechuas conocidas como siembra y cosecha de agua, que generan las condiciones para que parte de la lluvia sea captada, almacenada e infiltrada en el suelo evitando que se escurra y pierda.
De esa forma se recargan acuíferos que alimentarán la diversidad de fuentes hídricas naturales como los llamados ojos de agua o manantes, los que a su vez regeneran humedales, pastizales en los que los animales pueden beber.
“Hemos sembrado más de 20 000 plantas nativas que son captadoras de agua en las cabeceras de cuenca y hemos construido zanjas de infiltración, amunas (sistemas ancestrales de recarga artificial de acuíferos) y canales de recarga”, indica Yolanda Haqqehua, lideresa de las productoras agroecológicas de la comunidad, afiliadas a la Asociación Provincial de Productoras Agroecológicas de Quispicanchi (APPEQ).
Mientras señala con el dedo el área en que sembraron los queuñas (Polylepis ssp), un árbol originario de las cumbres andinas muy resistente y valioso por atrapar agua de la niebla que luego infiltra en los suelos, Haqqehua expresa su satisfacción ante los primeros resultados del trabajo de su comunidad, donde viven unas 300 familias.
“Las plantitas ya se están desarrollando y del ojo de agua estamos trayendo para nuestro consumo con una manguera. También vamos a poder mejorar nuestros sembríos después de dos años muy difíciles. Pero tenemos que seguir luchando porque el problema del agua seguirá mientras tengamos este cambio climático”, afirma.
Una respuesta comunitaria con equidad
Para ver las experiencias de rescate hídrico comunitario, IPS acompañó al no gubernamental Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán en un recorrido por los senderos de las comunidades campesinas y de población quechua Muñapata y de Sachac, esta última ubicada en el municipio de Quiquijana, también en la provincia cusqueña de Quispicanchi.
Estas son dos de las tres comunidades donde la institución apoyó con asistencia técnica el esfuerzo de la población por responder a los desafíos del incremento de las temperaturas, que, según el sexto informe del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), afectará duramente a los países de América Latina en los próximos años, pese a que la región es responsable de solo 5 % de las emisiones globales.
“La justicia climática es un camino por hacer en nuestros países y específicamente en comunidades rurales y en pobreza como las que estamos recorriendo, donde la población se encuentra en situación de mayor vulnerabilidad por las características del territorio que habita, por la pobreza y desatención del Estado y por la desigualdad de género”, sostuvo Katherine Pozo, del Programa de Desarrollo Rural del Centro feminista.
Sustentó que además de lograr que en las cumbres climáticas como la que ha acogido este diciembre Dubái, los Estados más ricos den garantías sobre su compromiso de aportar los fondos que requieren los países del Sur, es necesario asegurar que accedan a esos recursos los grupos de población según sus necesidades diferenciadas por género, edad, ubicación territorial y otros elementos.
“No puede haber justicia climática sin equidad, sin derechos, sin igualdad de género”, dijo.