Obesidad, otra pandemia en América Latina
Alicia Cárdenas inició este mes una campaña a través de la plataforma Change.org para reunir 1500 firmas de apoyo a su petición de que el gobierno de Chile declare la obesidad y el sobrepeso como enfermedades crónicas, con el fin de que los servicios de salud brinden una atención permanente a quienes las padecen, más allá de la simple prevención.
El jueves 16 se completó la meta de firmas de apoyo, lo cual es un índice de la magnitud del problema, graficado, según Cárdenas, en el hecho de que estas enfermedades afectan a 74,3 % de la población de este país de 19,5 millones de habitantes, y que, de acuerdo a datos del Ministerio de Salud de 2021 cada hora muere una persona como consecuencia de la obesidad.
El Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2022, publicado este año por Naciones Unidas en esta capital, indica que 24,2 % de la población adulta de América Latina y el Caribe está afectada por obesidad, de acuerdo a las últimas mediciones disponibles, que datan de 2016. Un índice por encima del promedio mundial de 13,1 %.
Este informe es una elaboración conjunta de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Oficina Panamericana de la Salud (OPS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), con la colaboración del Programa Mundial de Alimentos y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola.
Como población adulta para estos efectos se considera a los mayores de 18 años. En el caso de los menores no se habla de obesidad, sino de sobrepeso y el informe consigna que 7,5 % de las niñas y niños menores de cinco años de la región excedían los estándares de peso normal en 2020, lo cual también supera la media mundial de 5,7 %.
“El sobrepeso y la obesidad son especialmente preocupantes en América Latina y el Caribe. La prevalencia del sobrepeso en niños y niñas menores de cinco años y de la obesidad en adultos está muy por encima de los promedios mundiales y afecta a personas de todos los niveles de ingresos, tanto en zonas rurales como urbanas, incluidos los pueblos indígenas. Si esta problemática no se aborda con políticas eficaces, se podrían experimentar efectos de largo alcance, dejando atrás a una gran proporción de la población”, advierte el informe.
Para el año 2016, siempre de acuerdo a las mediciones más confiables, se estimaba que 360 millones de latinoamericanos y caribeños (58% de la población total) tenían sobrepeso y que, dentro de este número, 140 millones sufrían obesidad.
El sobrepeso y la obesidad se diagnostican según el índice de masa corporal (IMC) que se mide en la relación entre el peso en kilogramos y la estatura en centímetros de una persona. Cuando el IMC es igual o superior a 25 equivale a sobrepeso, mientras la obesidad traduce un IMC igual o superior a 30.
La desnutrición y el hambre siguen constituyendo la preocupación fundamental de los organismos internacionales en los países y regiones donde la disponibilidad y distribución de alimentos no cubren las necesidades básicas de nutrientes de la población, pero a estos problemas se sumó en las últimas décadas la malnutrición, como uno de los factores de la obesidad.
El sobrepeso no es necesariamente una enfermedad, ni tampoco la delgadez con un IMC bajo, ya que ambos pueden depender de factores como la constitución física, pero tanto la deriva hacia la obesidad en el primer caso, como hacia la anorexia, en el segundo, sí constituyen graves problemas de salud. En especial la obesidad mórbida, cuando el IMC es igual o superior a 40.
La Encuesta Nacional de Salud 2016-2017, determinó que 1,3 % de la población chilena es enflaquecida, 24,5 % es normal, 39,8 % tiene sobrepeso, 31,2 % tiene obesidad y 3,2 % obesidad mórbida. Es decir, dos tercios de los habitantes tienen “malnutrición por exceso”, puntualiza un estudio del asesor del Congreso legislativo Hernán Goldstein.
El experto recogió asimismo datos de encuestas oficiales en los establecimientos educacionales que grafican esta “malnutrición por exceso” en la población escolar. El año 2018, entre los estudiantes del quinto grado de la educación básica (de edades en torno a los 11 y 12 años), se constató que 32,4 % tenía sobrepeso y 27,7 % obesidad.
Chile está entre los países de América Latina y el Caribe con mayor incidencia de obesidad en la población adulta, junto a Argentina, Costa Rica, Dominica, México, República Dominicana, Suriname y Uruguay. En todos ellos el índice es superior a 25%, según el informe regional FAO, OPS y Unicef.
El mismo informe prevé que tanto la desnutrición como la malnutrición aumentarán su incidencia cuando se lleven a cabo encuestas y estudios más actualizados, que recojan el impacto de la pandemia de covid-19 en los niveles de ingreso y la salud de la población, así como de la guerra en Ucrania en los suministros y precios de alimentos.
El caso chileno, un ejemplo regional
Desde fines del siglo pasado los gobiernos chilenos han puesto en marcha varios programas para enfrentar la obesidad, orientados inicialmente a la población infantil, para ampliarlos luego a adolescentes y adultos, con sistemas de atención de salud que apuntan a una buena nutrición y también a problemas de salud mental asociados al exceso de peso.
Alicia Cárdenas, promotora de la campaña de recolección de firmas, considera insuficientes las políticas adoptadas hasta hoy y sostiene que declarar la obesidad como enfermedad crónica permitirá enfrentarla en todas sus manifestaciones como un tema de salud pública, con atención permanente a quienes la padecen para su tratamiento y no solo en la prevención.
“La obesidad es una enfermedad, que se relaciona a más de 236 patologías, entre ellas un mayor riesgo de 13 tipos de cánceres, enfermedades metabólicas como diabetes, hipertensión arterial y dislipidemia (alta concentración de lípidos); aumento significativo en el riesgo cardiovascular, trastornos de ánimo, infertilidad, disbiosis (enfermedad intestinal), además de afectar la salud mental en 60 % de personas que viven con obesidad entre muchas otras patologías asociadas”, sostiene Cárdenas.
Una de las medidas más trascendentes adoptadas en Chile fue la Ley Sobre Composición Nutricional de los Alimentos y su Publicidad, aprobada en 2012 y que en forma paulatina llegó a su tercera fase en 2019.
La conocida como la ley del etiquetado obliga a indicar en forma destacada en la presentación del producto alimenticio si su composición tiene altos porcentajes de grasas saturadas, sodio, azúcares y calorías.
La norma fue resistida en sus orígenes por las empresas alimenticias, pero tuvieron que aceptarla. Sin embargo aún se considera que las bebidas gaseosas altas en azúcares deberían pagar un impuesto superior al de 18 % que se les aplica hoy, inferior a 31,5 % con que se graban los licores destilados y la tasa de 20,5 % para los vinos.
Las bebidas azucaradas, que se expenden a un bajo precio en botellas plásticas de hasta tres litros, están entre los productos más demandados en los supermercados de sectores populares, donde también es alto, por su costo más bajo, el consumo de salchichas de embutidos, que en la dieta diaria sustituyen a las carnes, pescados y mariscos de mayor precio.
La obesidad es patente en Chile en los sectores de bajos ingresos, que han sido forzados a una vida sedentaria en viviendas “sociales” estrechas, en municipios periféricos que carecen de parques para ejercicios y esparcimiento al aire libre. Donde también la televisión crea propensión al inmovilismo y al consumo de comida “chatarra” alta en carbohidratos mientras se mira la pantalla.
Se desconocen hasta hoy iniciativas de políticas públicas que vinculen las pautas de desarrollo urbano y el derecho al ocio recreativo con las medidas para contrarrestar esta pandemia de la obesidad, mientras se abren paso peligrosas miradas condescendientes hacia el sobrepeso.
Las investigaciones de la gubernamental Junta de Auxilio Escolar y Becas con entrevistas a madres de niñas y niños con sobrepeso consignaron que la mayoría de ellas le resta importancia al problema y se declaran satisfechas con la apariencia física de sus hijas o hijos.
En diciembre, la exmiss Universo Cecilia Bolocco, que tiene una marca de ropa femenina con su nombre, provocó una tempestad en los medios faranduleros cuando recomendó a las mujeres chilenas hacer dieta y “no ser tan, tan, entraditas en carnes” para que pudieran lucir sus prendas.
No faltaron las réplicas de jóvenes que se victimizaron y acusaron a Bolocco de instalar la “gordofobia” como una forma de discriminación, y muchas chicas con evidente sobrepeso subieron sus fotos en redes sociales proclamándose orgullosas de sus cuerpos.
Con información de Agencia de Noticias IPS